-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

jueves, 7 de abril de 2011

Dónde está la forma de las cosas. Entreacto. (Kant III)

El problema del conocimiento (científico)

Compara los siguiente tipos de juicios (que según Kant son todos -¡tantos!- los que hay):


A) “Hay una pelota en el armario”, “estoy casado”
B) “Una pelota siempre ocupa lugar”; “Ningún casado está soltero”
C) “La pelota es la forma de meter más volumen en menos superficie”; “Los casados son más felices que los soleteros”

¿Cómo puede saberse que un juicio de cada tipo es verdadero o falso?

-Para los del tipo A hay que esperar a que ocurran, son juicios a posteriori. Y al aprenderlos aprendemos algo que no sabíamos ni podíamos saber sin verlo (son Sintéticos.)
-Para los del tipo B no hace falta ninguna experiencia, son a priori; además, son verdaderos “por lógica” o, como se dice también, “por definición” (analíticos) Pero, según Kant, no nos dicen gran cosa, o, mejor dicho, no nos dicen nada nuevo, sino lo que “estaba ya contenido, aunque fuese de manera oculta, en el sujeto”.

-Pero ¿y los del tipo C? Estos tampoco hay que esperar a que ocurran, porque son leyes científicas (de la matemática, de la física, de la psicología…). Son, pues, a priori. Sin embargo, no podrían adivinarse (cree Kant) sólo con mirar o analizar el sujeto. Nos informan de algo nuevo, son sintéticos.

Podríamos decir que, según los Empiristas, todo nuestro comienzo sobre la realidad procede de los juicios de tipo A, de los sintéticos a posteriori.
Los del tipo B son sólo afirmaciones vacías (tautologías).
Los del tipo C no son otro tipo, no son más que generalizaciones inductivas de los del tipo A, o sea, de varias observaciones semejantes.

Un Racionalista, en cambio, es quien piensa que nuestro mejor o incluso único conocimiento es el del tipo B, que consiste en analizar el sujeto hasta encontrar allí todas sus propiedades. Los del tipo C serían simples deducciones a partir de los principales juicios del tipo B.

Kant, en desacuerdo con los dos, cree que los únicos juicios interesantes para la ciencia son los del tipo C, los sintéticos a priori, porque nos informan de características universales y necesarias de la realidad (dan leyes de la Naturaleza), y sin necesidad de experimentarla de forma concreta, sino a priori.

Pero ¿cómo puede ser que hagamos juicios así, que nos informen sobre el mundo antes de la experiencia?
Esta es la gran pregunta, y su respuesta es, cree Kant, muy original:

La solución

Sólo hay una explicación posible: ESAS CARACTERÍSTICAS A PRIORI ESTÁN EN NOSOTROS MISMOS, NO EN LAS PROPIAS COSAS,

porque
-si estuviesen en ellas (en las cosas), tendría razón el empirista: nada sabríamos con una certeza absoluta hasta que haya ocurrido.
Por tanto, tienen razón los racionalistas cuando dicen que no sacamos todo de la experiencia: parte de las cosas (todo lo universal, la forma de la realidad) la ponemos nosotros,

pero
-si estuviese todo en nosotros, como ideas innatas, ya lo sabríamos todo.
Se equivocan, pues, los racionalistas, creyendo que podemos prescindir de la experiencia, porque sin ella no sabemos nada: nuestras formas de ver la realidad no se ponen en funcionamiento hasta que no les llega una influencia de las Cosas en sí mismas.

Así que:
"si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no todo él procede de la experiencia"

Una "parte" o aspecto de todo conocimiento lo ponemos nosotros.

Y ¿Qué es lo que ponemos nosotros en nuestro conocimiento?
Muy fácil: todo lo que sabemos con total seguridad. Según Kant esto afecta a los dos lados o aspectos de nuestro conocimiento, la sensibilidad y el entendimiento.

Nuestra forma de ver y entender las cosas

La sensibilidad.

La sensibilidad (o "intuición") es la parte de nosotros que está más cerca de las Cosas en sí. Pero ya las "manipula" al recibirlas.
Percibimos todas las cosas en el espacio y en el tiempo. ¿Dónde está el espacio, cuándo está el tiempo? ¿Son el espacio y el tiempo características de las cosas en sí mismas? Eso hemos creído siempre (bueno, Platón no lo creyó). Pero, según Kant, eso no puede ser, porque sabemos a priori qué características tienen el tiempo y el espacio.
Las ciencias que estudian esas cosas son las dos ramas de la Matemática, la Aritmética (que estudia el tiempo, la sucesión) y la Geometría (el espacio), y nadie duda de que 2+2 = 4 siempre y en todas partes. ¿Cómo podemos saberlo? Porque va con nosotros, es nuestro “programa” de recepción de datos (por usar una metáfora informática).


El entendimiento

No sólo de la experiencia vive el conocimiento, hacen falta conceptos para entenderla:
INTUICIONES SIN CONCEPTOS, SON CIEGAS; CONCEPTOS SIN INTUICIONES, ESTÁN VACÍOS.

Hay una serie de conceptos muy generales (doce, según Kant), llamadas CATEGORÍAS, que son la forma de nuestro intelecto, algo así como nuestro programa básico.
Son conceptos tales como Unidad, Pluralidad, Realidad, Negación, Causa y Efecto, Sustancia, Existencia, Necesidad, Posibilidad…, sin los cuales no podríamos pensar nada. Tampoco ellos son características de las Cosas en sí mismas, sino de nuestra única manera posible de comprenderlas. Por eso sabemos que “todo efecto tendrá una causa”, o que “todas las propiedades se dan en alguna sustancia”, por ejemplo.




Las cosas en sí y las cosas según las "vemos"

Todo lo anterior quiere decir, insistamos, que nosotros NO CONOCEMOS A NINGUNA COSA COMO ES EN SÍ MISMA (noúmeno, lo llama Kant, o sea, “sólo pensable”), SINO SEGÚN NUESTRA FORMA A PRIORI DE ENTENDER (las conocemos como fenómenos, manifestaciones). Las cosas no son en sí espaciales, ni temporales; no son en sí unas ni múltiples, sustancias ni accidentes, causas ni efectos... No podemos saber nada de cómo son, sino sólo de cómo las pensamos nosotros.

Eso sí: sabemos que existen, porque algo tiene que venir de fuera y poner en marcha nuestro aparato del conocimiento (tal como un ordenador no procesa datos según su programa si no le llega una influencia externa).

Todo esto no significa que nuestro conocimiento sea “subjetivo” en el sentido de que tú puedes verlas de una forma y yo de otra (lo que llevaría al relativismo y acabaría con la ciencia), porque la Forma del Sujeto (la sensibilidad espacio-temporal y el entendimiento de las categorías) son las mismas en todo sujeto racional humano.

Kant llama a su teoría IDEALISMO TRASCENDENTAL: concebimos las cosas de acuerdo con la forma en que estamos hechos para concebirlas, no como son en sí. Y lo compara con un "giro copernicano", es decir, un cambio de referencia que nos ayuda a explicar lo que no podíamos entender poniendo el punto de referencia en las cosas mismas.

¿Soluciona esto el problema del Conocimiento Científico, es decir, el que nos creamos en posesión de verdades universales y necesarias acerca de la Naturaleza? ¿Qué podría replicar un Empirista? ¿Y un racionalista?

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