-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

sábado, 26 de junio de 2010

El valor del Silencio (Wittgenstein I)

La última frase del libro de Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, dice:
De lo que no se puede hablar, mejor es callarse
¡Qué cosa más sensata! ¿no?
Pero, ¿por qué le iba a interesar a nadie hablar de lo que no se puede? ¿Cuáles son, según Wittgenstein, esas cosas de las que no se puede hablar?
Pues, precisamente todas las que tienen valor, o sea, lo valioso mismo. No se puede hablar, según Wittgenstein, de si la vida es maravillosa o carece de sentido, de si el amor es lo más importante, de si parece un milagro que existan las cosas…

De lo único que se puede hablar con sentido, es de aquello de lo que habla la Ciencia. Pero la Ciencia no habla de nada que tenga en sí mismo valor, porque la Ciencia sólo habla de hechos, y los hechos no son buenos ni malos.
Wittgenstein pensaba que había que dejar esto totalmente claro. Una cosa son los hechos, y otra absolutamente distinta, los valores que damos a esos hechos, las cuestiones de qué sentido tiene todo el mundo:
Según le dijo a su editor, su libro consta de dos partes, la que está escrita y la que no está escrita, porque no puede decirse.
El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor.


****

El Mundo es el conjunto de los hechos o sucesos. Las proposiciones del Lenguaje reflejan o figuran esos hechos, especialmente en la Ciencia, que es el uso correcto del Lenguaje. Todo lo que podemos decir, son hechos científicos.

El Lenguaje con el que figuramos los hechos del mundo tiene una Forma universal, que es la Lógica. No podemos entender una realidad que no se ajuste a la lógica: Los límites de la Lógica son los límites de mi mundo, o sea, la forma general de todos los hechos que puedan ocurrir. Por eso mismo, la Lógica no es un hecho, sino, como decía Kant de las categorías, la posibilidad de los hechos. Pero, entonces, la Lógica o Forma de la realidad, no puede decirse, sólo puede “mostrarse”, por medio del lenguaje. Tal como la vista no puede verse, sino manifestarse al ver.

Cuando valoro el Mundo, como un todo, cuando pregunto por el sentido de la realidad entera, voy más allá del mundo y de su forma lógica, de lo que puedo decir y de lo que puedo mostrar al decirlo. Me coloco en un lugar completamente “trascendente”, del que no puedo decir ni una palabra.

Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a si mismo; esto es lo místico.
Lo místico es todo lo que trata del valor de la realidad: le ética (qué es bueno y malo), la religión (qué es sagrado), la estética (qué es bello)…
No es lo místico como sea el mundo, sino que sea el mundo.

Creo que la mejor forma de describirla [la experiencia ética] es decir que cuando la tengo me asombro ante la existencia del mundo. Me siento entonces inclinado a usar frases tales como «Qué extraordinario que las cosas existan» o «Qué extraordinario que el mundo exista». Mencionaré a continuación otra experiencia que conozco y que a alguno de ustedes le resultará familiar: se trata de lo que podríamos llamar la vivencia de sentirse absolutamente seguro. Me refiero a aquel estado anímico en el que nos sentimos inclinados a decir: «Estoy seguro, pase lo que pase, nada puede dañarme».
Pues bien, ningún hecho tiene valor en sí mismo. El valor es algo “externo” o trascendente a los hechos. Por eso:

Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente ésta es la respuesta.

****

Es verdad que continuamente hablamos de bueno y malo: esto es una buena silla… Pero esas frases tienen sentido porque en ellas ‘bueno’ tiene un valor relativo, no absoluto:
Supongamos que yo supiera jugar al tenis y uno de ustedes, al verme, dijera: «Juega usted bastante mal», y yo contestara: «Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero hacerlo mejor», todo lo que podría decir mi interlocutor sería: «Ah, entonces, de acuerdo». Pero supongamos que yo le contara a uno de ustedes una mentira escandalosa y él viniera y me dijera: «Se está usted comportando como un animal», y yo contestara: «Sé que mi conducta es mala, pero no quiero comportarme mejor», ¿podría decir: «Ah, entonces, de acuerdo»? Ciertamente no; afirmaría: «Bien, usted debería desear comportarse mejor». Aquí tienen un juicio de valor absoluto, mientras que el primer caso era un juicio relativo. En esencia, la diferencia parece obviamente ésta: cada juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos y, por tanto, puede expresarse de tal forma que pierda toda apariencia de juicio de valor.

Pero ¿qué podemos decir de algo que tuviese un valor absoluto? Nada de nada:
Permítanme explicarlo: supongan que uno de ustedes fuera una persona omnisciente y, por consiguiente, conociera los movimientos de todos los cuerpos animados o inanimados del mundo y conociera también los estados mentales de todos los seres que han vivido. Supongan además que este hombre escribiera su saber en un gran libro; tal libro contendría la descripción total del mundo. Lo que quiero decir es que este libro no incluiría nada que pudiéramos llamar juicio ético ni nada que pudiera implicar lógicamente tal juicio.
La ética es “sobrenatural” y, por eso, innombrable:
Si un hombre pudiera escribir un libro de ética que realmente fuera un libro de ética, este libro destruiría, como una explosión, todos los demás libros del mundo. Nuestras palabras, usadas tal como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces solamente de contener y transmitir significado y sentido, significado y sentido naturales. La ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella.

Pero, que la ciencia no pueda decir nada de eso, no le quita ningún valor. Al contrario.Igual que, según Kant, aunque la Metafísica no puede ser ciencia, es un empeño humano inevitable y que procede de su grandeza, Wittgenstein escribe:
Mi único propósito -y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia.
Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría. 
****

Un positivista es un filósofo que cree que sólo lo que es científico tiene sentido, y de lo demás no debe hablarse, porque no puede decirse una palabra sensata. ¿Era Wittgenstein un positivista?
Los positivistas de esos años (la “escuela de Viena”) consideraron a Wittgenstein una especie de maestro, porque afirmaba rotundamente que sólo se puede hablar de lo científico. Ni de la religión, ni de la ética, ni de la estética, se podía decir una palabra verdadera o falsa.
Pero Wittgenstein era algo totalmente diferente. Los positivistas pensaban que podemos y debemos vivir sin acordarnos para nada de todo aquello que vaya más allá de la ciencia. Wittgenstein, al contrario, pensaba que sólo importa aquello que va más allá de la ciencia: sólo importa lo que no puede decirse. El espíritu positivista le parecía despreciable, insensible para todo lo que tiene misterio y valor.
Wittgenstein era un místico. Su teoría nos recuerda, por ejemplo, lo que dicen algunas religiones, como la judía (él era judío, aunque no “practicante” de los ritos), de que no se puede nombrar lo divino. Los judíos no pueden nombrar a Yahvé.



****

Pero, si sólo se puede hablar de hechos, y no se puede hablar ni de la forma del mundo ni de lo que está más allá de todos los hechos, o sea, del valor de las cosas, ¿cómo es que Wittgenstein habla de todo eso? ¿Por qué no se limita a hablar de lo que tiene sentido, o sea, a la Ciencia? ¿Por qué se dedica a la Filosofía y a la ética?
Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe., pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido.)
Un filósofo le objetó a Wittgenstein que, si se dice que algo no tiene sentido, no se dice después que es “un sinsentido interesante”. De lo que no se puede hablar, hay que callar. Lo que no se puede decir, tampoco se puede silbar.

¿Qué crees? ¿No puede decirse nada de lo que tiene Valor Absoluto?
¿Crees que un positivista es una persona que no tiene nada dentro de la cabeza, o un místico es alguien que tiene la cabeza llena de pájaros y fantasmas? ¿Se puede y se debe vivir sin lo Místico? ¿Crees que nuestra época es positivista, o deja lugar a lo místico? ¿Cómo es una sociedad donde no hay sitio para lo místico y lo valioso?
(las citas de Wittgenstein proceden del Tractatus y de la Conferencia de ética)

martes, 15 de junio de 2010

Mis PIES (principios e ideas en educación)

Las ideas a las que me gustaría atenerme como profesor, aunque casi nunca lo logre, son estas:

Entiendo la educación, en sentido general, como la actividad mediante la cual un ser se hace mejor.
Uno puede, hasta cierto punto, hacerse mejor en ciertos aspectos y no en otros, pero la verdadera educación debe hacernos mejores en todos los aspectos armoniosamente, o, lo que es lo mismo, en el aspecto más esencial.

En la educación, el centro es el ser que se está educando. Los educadores son ayudantes en su aprendizaje y desarrollo.
El ser que se está educando es el elemento más activo de los que participan en la educación. Si no es así, no hay educación. Como mucho, habrá adiestramiento. La forma principal del verbo no es ‘educar’ ni ‘ser educado’, sino ‘educarse’. Es un verbo reflejo, la acción es de uno mismo y sobre uno mismo.

Claro que también es verdad que “enseñando aprendo”. Quien no crea que aprende de todo lo que hace, que en todo lo que hace tiene que estar en actitud abierta, reflexiva, y dispuesto a deshacerse de errores, no puede ayudar a otro a que aprenda.

Educación es todo, en todo momento y lugar se aprende y se crece, pero hay lugares y momentos en que nos concentramos más en cuidar el crecimiento de un ser, sobre todo de sus aspectos más esenciales. Uno de esos lugares debería ser la escuela.

****

Para todo ser hay ciertas cosas que le son naturalmente buenas y otras que le son malas. Son buenas aquellas que le hacen más ser, más real, o sea, más consciente, más libre y más feliz: más perfecto, en una palabra.

Un ser se hace mejor cuando crece su unidad y su armonía, y, por eso mismo, cuando es más activo y autónomo, en lugar de pasivo y determinado por elementos extraños, y, también por eso mismo, cuando es más capaz de amar y de amarse.

Todo ser nace con unas capacidades que desarrollar para hacerse mejor.
En principio, esas capacidades pueden ser infinitas, pero cada ser, por sus circunstancias, tiene que desarrollar las capacidades más inmediatas o básicas, antes de desarrollar otras más elevadas. Un ser que desarrolla sus capacidades, que se hace más libre o “dueño de sí mismo”, más consciente, más uno, es, por eso mismo, un ser más justo y más feliz.

****

Si queremos “educar” a una planta o un animal, tenemos que conocer, primero, su naturaleza de planta o de animal, o sea, cómo es y qué capacidades puede y debe desarrollar, y en qué orden.
Para educar personas necesitamos saber qué es una persona, y para educar a esta persona en concreto, necesitamos conocer, cuanto se pueda, cómo es y en qué circunstancias está esta persona: sus características “naturales”, su entorno, su estado actual de crecimiento.

Aunque todas las personas son diferentes, en cuanto personas todas son seres con un alto grado de racionalidad, con una voluntad libre y con una afectividad profunda y compleja.

Un ser racional como lo es una persona humana, es un ser capaz de pensar y conocer, capaz de preguntarse por la esencia de las cosas, y de sí mismo, y capaz de preguntarse por el sentido último de su existencia y de la existencia de las cosas en general.
Es, además y por ello, capaz de elegir libremente sus actos, y tener sentimientos adecuados hacia los demás seres.

Una persona es, ante todo, un ser único, individual e indivisible. Pero esa identidad se realiza mediante diferentes aspectos o facultades.
Las principales funciones de una persona son el Conocimiento, la Decisión, la Afectividad y la Sensación. A estas funciones se le atribuyen las facultades psíquicas de la Inteligencia, la Voluntad, la Emotividad (o Sentimientos) y Sensibilidad (o Sentidos).

La inteligencia es la capacidad de comprender la realidad mediante ideas (conceptos, leyes, principios), de “ver” la “esencia” de las cosas o hechos, lo que las cosas son realmente, no lo que parecen.

La voluntad es la capacidad de querer o desear lo que se cree bueno, o lo mejor.
Un ser libre es aquel que actúa de acuerdo con su razón, que le dice qué es mejor y qué es peor y cómo actuar para conseguirlo.

No hay libertad sin conocimiento. Un ser que no conoce la naturaleza de las cosas con las que trata, empezando por él mismo, no es libre. En la medida en que un ser tiene una visión más profunda de la realidad, reconoce lo que es bueno y malo, y lo desea o rechaza.
No hay libertad si hay coacción. Un ser que elige sus actos guiado por esperanzas y miedos de recompensas y castigos, es un ser heterónomo, esclavo.

Los sentimientos son la capacidad de sentir afecto por las cosas o los hechos.
Un ser afectivamente equilibrado es aquel en que sus sentimientos (gusto, amor) se corresponden con la naturaleza real de las cosas. Simpatiza con las buenas y siente rechazo por las malas. Ama lo naturalmente bello y siente dolor por lo feo.

No hay amor ni gusto sin inteligencia. Un ser que no conoce la naturaleza de las cosas, empezando por él mismo, no ama de verdad.
En la medida en que un ser tiene una visión más profunda de la realidad y del valor de las cosas, tiene sentimientos también más profundos y elevados, como los sentimientos estéticos, morales, intelectuales, etc. Un ser inteligente es capaz de sentimientos como la Angustia, la Esperanza, lo Sublime.

La sensibilidad es la receptividad de un ser. Es la capacidad menos activa, pero no es completamente pasiva. No hay sensación sin inteligencia, voluntad y sentimientos.

En el caso ideal, hay una armonía entre todas las facultades de una persona: comprende, quiere y ama o gusta de lo racional, bueno y bello.

****

De todas las facultades, la principal es la inteligencia. Sin desarrollar la inteligencia, en el sentido amplio (no meramente técnico) no puede desarrollarse lo demás, más que de una forma imitativa y pasiva. Si se desarrolla la inteligencia en todos los ámbitos, sobre todo en el sentido más pleno (el de la comprensión de los principios y fines de todo) es mucho más fácil que se desarrollen una voluntad y una afectividad buenas.

La inteligencia es una capacidad activa, no pasiva: aunque una persona, como ser finito que es, es afectada por el mundo, por lo “externo” a ella, la inteligencia trata activamente los datos, desde lo más básico. No hay ningún conocimiento simplemente pasivo, incluso los datos “están cargados de teoría”.

En la inteligencia participan subfacultades como la imaginación, la memoria y la sensibilidad.

La imaginación es la capacidad de relacionar los datos de manera no pasiva, lo que permite descubrir las propiedades esenciales de las cosas, mediante situaciones irreales pero posibles, “contrafácticas”.

La memoria es la capacidad de “almacenar” información, es decir, de tener conocimientos potencialmente actuales, que alguna vez fueron actuales. La memoria guarda lo aprendido, pero puede guardar comprensiones de diferentes niveles: puede guardar “simples datos”, es decir, conocimientos muy poco tratados, o puede guardar teorías, es decir, estructuración funcional y dinámica de los datos. Puede guardar simples imágenes sin apenas interpretación (incluidos los símbolos lingüísticos, de todo tipo) o puede guardar conceptos y teoremas estructurados. Si guarda meros datos y símbolos, no sabe nada, ni siquiera potencialmente. Sólo si guarda teorías, conocimientos estructurados, se puede decir que el sujeto sabe potencialmente lo que recuerda.

La inteligencia opera buscando una síntesis entre los principios racionales más universales y los hechos. La inteligencia plantea principios, que se enfrentan a lo dado. La conexión entre ambos lugares, entre principios racionales y hechos, se hace mediante un proceso de ida y vuelta, epagógico-deductivo, en que juega un gran papel la imaginación activa.

Sin recurrencia a los datos, los principios permanecen abstractos; sin recurrencia a los principios, no hay inteligibilidad. No bastan ni simples teorías ni simples datos (historia sin interpretar). Pero es más vital desarrollar la capacidad de los principios que la de la recogida de datos. Un ser que ejercite su racionalidad sólo tendrá que ponerla luego en ejercicio sobre los datos. Un ser que sólo tenga datos y hábito de tratar con datos, tendrá mucho más difícil pensar sobre ellos. Será más pasivo, mecánico, no libre.

****

La educación, que debe producir el cambio desde una situación espiritual más irracional y pobre a una más rica o racional, tiene que partir del estado en que se encuentra quien se está educando, para ascender desde ahí a una posición más elevada. Y el cambio debe hacerse de la manera más continua posible.
 La educación debe ser un diálogo en que, con la colaboración o co-participación del educador, la inteligencia de quien se está educando ve las insuficiencias de su estado actual, pone en juego su imaginación e inteligencia para descubrir una solución mejor, y es capaz de someterla a prueba y a discusión.

La relación moral fundamental entre educador y educando es la del Respeto. El respeto es el sentimiento que nos suscita lo que es razonable, bueno y bello.

El respeto del educando por el educador consiste en la admiración (no sumisión) por los conocimientos y recursos que éste tiene. Es una obligación moral y un placer aprender de quien sabe.


El respeto del educador por el alumno consiste en el reconocimiento en éste de una persona con capacidades que hay que desarrollar. Es una obligación moral y un placer colaborar en que todo ser desarrolle sus capacidades.


No hay verdadero diálogo sin respeto y amor.

La disciplina verdadera consiste en el dominio que una persona se impone libremente en aquello que quiere racionalmente hacer. Es imposible que alguien se discipline en una actividad si no tiene motivación intelectual, moral y afectiva por esa actividad, no digamos si las considera feas, malas o incluso equivocadas.


Educar en la falsa disciplina, en la obediencia mediante la coerción, es educar esclavos; es amaestrar, no educar.

****

Sólo se aprende lo que tiene sentido para nuestro desarrollo. Todo lo que se aprenda (y enseñe) debe estar claramente justificado de acuerdo con el fin último de la educación, que es conseguir que la persona se desarrolle como tal, es decir, como ser racional, libre, y con una afectividad elevada.

Sólo se aprende lo que se entiende. Todo lo que se aprenda (y enseñe) debe ser claramente comprendido de acuerdo con los principios racionales y con los hechos, y debe ser encontrado y construido por el propio sujeto que aprende, no meramente memorizado: esto último es no sólo inútil sino contraproducente, porque anula o inhibe la facultad intelectual. Quien encuentre que, en determinado ámbito social (la escuela, por ejemplo) habitualmente se recurre al “aprendizaje” mecánico-memorístico, perderá toda la motivación intelectual para participar en ese ámbito.

Sólo se aprende lo que se quiere, aprueba o valora como bueno. Todo lo que se aprenda (y enseñe) debe estar completamente justificado de acuerdo con los principios morales y con los hechos, y debe ser deseado y aprobado por el sujeto que aprende, no aceptado coercitivamente. Esto último no sólo es inútil sino contraproducente, pues anula o inhibe la facultad volitiva. Quien encuentre que en determinado ámbito social (la escuela, por ejemplo) se recurre habitualmente a la coerción, al recurso de recompensa-castigo, perderá toda motivación volitiva para participar activamente en ese ámbito.

Sólo se aprende lo que se disfruta. Todo lo que se aprenda (enseñe) debe estar de acuerdo y en armonía con los gustos y la aptitud afectiva, y con los hechos, y debe ser disfrutado por el sujeto que aprende, no aceptado a disgusto o de un modo afectivo neutral. Esto último no sólo es inútil sino contraproducente, pues anula o inhibe la capacidad afectiva. Quien encuentre que en determinado ámbito social (la escuela, por ejemplo) es habitual el disgusto o el aburrimiento, perderá toda motivación afectiva para participar activamente en ese ámbito.

****

Educarse es lo más esencial que hace todo ser: educarse es hacerse mejor: más consciente, más libre y más feliz; más capaz de comprender, de querer y de amar.

No se puede educar para la razón, la libertad y el amor mediante la irracionalidad, la violencia y el dolor.

Sólo se puede educar a ser racional mediante la razón, a ser libre mediante la libertad, y a amar mediante el amor.

martes, 1 de junio de 2010

Los filósofos y tú

¿Qué te ha dado cada filósofo? ¿Qué has cogido o robado de cada uno?


Hemos conocido a muchos personajes cuya vida se realizó pensando. Cada uno de ellos tenía algo muy importante y verdadero que decirnos;

Parménides, que la realidad es una, más allá de la diversidad que se nos aparece en la experiencia;

Heráclito, que los contrarios son lo mismo, y todo es una Razón única, que está también en nosotros, en cada uno de nosotros, aunque la mayoría vivamos como si tuviesemos cada uno nuestro propio mundo;

Protágoras, que cada uno es la medida del mundo, la perspectiva de cada uno es el mundo para él,

Sócrates, la búsqueda en uno mismo de una vida digna, siendo conscientes de nuestra infinita ignorancia sobre qué es lo que vale la pena,

Platón, que tras las apariencias de las cosas se esconde la esencia de las cosas mismas, y nosotros podemos salir de nuestra cueva de sombras e ignorancia mediante ese “rayo divino” que tenemos, la razón;

Aristóteles, que la naturaleza es vida y tendencia hacia lo mejor, y lo mejor es el orden y la inteligencia;

Los estoicos, que es de sabios atenerse a la naturaleza y no querer que el mundo esté a nuestro servicio;

Epicuro y su jardín, que nuestra vida será feliz si desterramos los miedos y las supersticiones;

Tomás de Aquino, que nuestra razón es un “don divino” que nos permite conocer el orden universal;

Guillermo de Occam, que la perfección moral está en la pobreza, tanto en nuestra conducta como en nuestras teorías;

Descartes, que tenemos en nosotros mismos el criterio de la certeza absoluta;

Hume, que tenemos en nosotros mismos suficientes razones para ser humildes y no creer que lo sabemos y podemos conocer todo;

Kant, que somos seres racionales, es decir, Personas, y eso nos permite conocer el mundo, porque nosotros mismos le damos las leyes, pero sobre todo, nos da una dignidad moral infinita, que somos fines, y no medios;

Nietzsche, que la vida es bella, si lo quieres así, si no la miras con resentimiento y odio;

.........

Algunos de vosotros, en clase o por los pasillos o en la calle, me habéis dicho que este o aquel filósofo os ha “llegado”, os ha tocado…

¿En qué medida, por pequeña que sea, te ha cambiado tu manera de ver las cosas cada uno de ellos? ¿Qué has aprendido de los filósofos? ¿Tienes alguno preferido?