-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

martes, 23 de febrero de 2016

Un tiempo entre la física y la filosofía

Hoy hemos hecho un paréntesis en el TIEMPO, hemos juntado las clases de Física y Filosofía, nos hemos juntado profesores y alumnos de Filosofía y de Física, y hemos pasado dos magníficas horas hablando del TIEMPO.

Hemos visto cómo ya desde que tenemos noticias, los seres humanos se han representado el tiempo sea de forma circular (como siguiendo las estaciones que rigen la naturaleza) sea de forma lineal, con un comienzo a partir del caos (del Agua primigenia, etc.) y de alguna(s) inteligencia(s) que lo ordenaban. ¡A veces estas "cronovisiones" se dan en la misma cultura!

Y cómo los primeros filósofos volvieron a plantearse lo mismo, con Anaximandro y Heráclito por la parte (“allí de donde todo sale, allí regresa con el tiempo…” “este mundo es fuego siempre vivo que se enciende y apaga con medida”) y Anaxágoras, por ejemplo, por otra (al principio todo estaba en todo, y todo fue dividido por la Inteligencia).

Cómo también desde muy pronto se planteó la cuestión de si el mundo es real o irreal, y de si es absoluto o relativo. Platón nos decía que el tiempo es “solo” la imagen móvil de lo eterno, y que es algo relativo en cuanto solo hay tiempo cuando hay movimiento de los astros, pero que ese movimiento es perpetuo o sempiterno (o sea, que el tiempo tiene un origen, pero no cronológico). Aristóteles lo definió, hemos visto, como el número del movimiento según el antes y el después (y hemos visto cómo esto no es una definición circular, porque quizá no es lo mismo estar en orden –antes, después- que cambiar y pasar el tiempo, como también vimos luego). Y cómo dice Aristóteles que el tiempo está en la psique.

Cómo Agustín no sabía qué era el tiempo si se lo preguntabas. Y cómo Tomás de Aquino, a la vez aristotélico y cristiano, llegó a la conclusión de que no se puede demostrar racionalmente ni que el mundo tuvo un comienzo (como le decía la fe) ni que existe desde siempre (según le razonaba “el Filósofos” –o sea, el mismo Aristóteles-).

Cómo Newton y Leibniz disentían, porque el primero creía que tenía que haber un tiempo absoluto, que sirviese de referencia al tiempo de los eventos concretos, mientras que el segundo creía que el tiempo solo es una relación (no una sustancia o cosa) que surge cuando relacionamos sucesos, así que, en ausencia de sucesos, no hay tiempo.

Cómo Kant pensaba que el tiempo no es una propiedad de las cosas en sí mismas, sino de nuestra manera de percibirlas.

Cómo el ingenioso John E. McTaggart razonó que el tiempo es irreal pues, de las dos series con la que nos lo representamos, una de ellas (la que consiste en las nociones de anterior – simultáneo – posterior), está siempre quieta, y la otra (la que usa las nociones de pasado – presente – futuro) puede correlacionarse con cualquier punto de la otra, de modo que ¿cuál sería el presente real y auténtico?: decir que el presente real es el que es simultáneo a nosotros es puro chovinismo, pues para el egipcio nosotros somos futuro y para los jedi nosotros somos pasado.

El propio Einstein se debatió entre ambas cosas: es famosa su frase de que el tiempo es una ilusión, por persistente que sea, ya que en el espacio-tiempo todos los sucesos están colocados para siempre, cada uno en su sitio; además, no existe la simultaneidad absoluta. Sin embargo, alguna vez confesó (al filósofo R. Carnap) que hay algo muy misterioso en el paso del tiempo, pero que tenía la convicción de que eso era inaccesible a la física.

El profe de Física nos contó, después, cómo han evolucionado las mediciones del tiempo, desde los relojes de arena y agua, hasta los modernos relojes que se basan en la oscilación de un electrón.

Y cómo Galileo y Newton descubrieron las propiedades del tiempo clásico. Pero cómo Einstein vino a demoler esa tranquila comprensión cuando nos mostró que la velocidad de la luz es constante, independientemente de que se la mida en movimiento o no, luego que el tiempo se encoje o va más despacio para los que se mueven más deprisa (de donde deducimos que es bueno para aumentar la longevidad salir a pasear o a correr, sobre todo a velocidades cercanas a la luz). Y cómo el mismo suceso no es simultáneo a dos observadores en sistemas de referencia diferentes (por ejemplo, uno subido en una nave y otro fuera).

Y cómo es que, si las leyes de la física son indiferentes a futuro y pasado, vemos que los sucesos ocurren solo en un sentido (no vemos que el cola-cao se deslíe dentro del vaso), y eso sería sencillamente porque los estados “desordenados” son muchísimo más probables que los ordenados, de modo que las cosas tienden, por simple probabilidad, a desordenarse, o, en una bonita palabra para un trágico final, a la Entropía. Todo esto nos lo demostró Ernest con un rompecabezas que le robó el otro día a su sobrino.

Y cómo, por último, la física cuántica le dio otra patada a nuestro sentido común cuando enseñó que no puede medirse con absoluta precisión dos variables de una partícula a la vez, y planteó la posibilidad de que el tiempo conste de “partículas” últimas o “cronones”.

Varias preguntas surgieron por el camino:

  • ¿Cómo se le ocurre a McTaggart decir que no existe el tiempo? ¿Estaba loco?
  • Si el camino a la entropía se debe a la mera probabilidad, esto es, a que los estados desordenados son a priori muchos más que los de orden: ¿no tendría que pasar que, después de un porrón de tiempo, volviese a ocurrir el estado “ordenado”? O sea, si juego la lotería muchas más veces que los números que hay en el bombo, ¿no se va haciendo cada vez más probable y tendiendo a necesario que me toque dos veces, tres…? Esto le daría la razón a locos como Heráclito o los sabios hindúes, que dicen lo mismo.
  • Si el estado inicial del universo era ridículamente improbable, ¿no hacen bien los teístas en sacar de aquí un argumento a favor de la existencia de una Inteligencia creadora (u ordenadora, como la de Anaxágoras), ya que cuando encontramos algo muy improbable (una construcción en medio del campo) se la atribuimos a un ser inteligente? Ya, pero ¿no es también ese presunto Dios un ser altamente improbable, que necesitaría una explicación aún mayor? ¿Tal vez no, porque precisamente lo que es eso lo que define a la Inteligencia (pero no a la energía)?
  • O sea, ¿de dónde sale todo esto? ¿Quizá no tiene sentido decir que surge de ninguna cosa ni que hay ninguna cosa antes del universo? Pero Stephen Hawking ha dicho que el universo nació de unas disimetrías matemáticas: ¿entonces existían las matemáticas antes del universo material? ¿Nos estaremos volviendo… pitagóricos?
  • Una pregunta más: ¿qué relación hay entre la Física y la Filosofía? ¿Se pueden demarcar sus preguntas? ¿Son las del filósofo puramente abstractas, sin contacto alguno con los hechos?
  • En fin, más preguntas que respuestas, la sensación de que no tenemos ni idea de lo que es el tiempo, pero de que no-la-tenemos mucho mejor que antes.