-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

viernes, 28 de marzo de 2014

Sagrado ateísmo (Nietzsche III)

No todos los hombres tienen la oportunidad de leer a Platón o a Kant, ni de argumentar sus actitudes vitales. Para la mayoría de la gente, para los “pobres”, la metafísica se llama religión. El cristianismo, según Nietzsche, la más evolucionada y, por tanto, la más nociva de las religiones, es un platonismo para pobres. Aunque también se podría decir que el platonismo (la metafísica entera) es religión enriquecida, con “argumentos” o argucias.

El último libro que Nietzsche dejó para la publicación se llama El Anticristo, y en él se lanza un ataque feroz contra el cristianismo.


Historia de las creencias

¿Por qué es el cristianismo la peor de las religiones, el peor de los males, según Nietzsche?

La religión es la proyección que los hombres hacen de su vida. Cada religión refleja la forma de ver la vida de cada sociedad.

-En las primeras religiones los hombres veían a sus dioses con virtudes vitalistas: luchaban, se engañaban, disfrutaban de la vida, afrontaban el dolor con valentía, y hasta morían: una sociedad abandonaba a sus dioses cuando estos dejaban de serle propicios. Normalmente, una sociedad primitiva se convertía a la religión de los dioses de los vencedores, porque los veían más poderosos.

-Un capítulo crucial en la historia de las religiones fue, dice Nietzsche, el judaísmo. El pueblo de Israel, orgulloso e indomable, con un gran instinto de supervivencia pese a todas las circunstancias muy desfavorables, en lugar de aceptar a los dioses de los vencedores (egipcios, babilonios, romanos…) se aferraron a su Dios único y celoso. Hasta las desgracias las interpretó el pueblo de Israel como una prueba o un merecido castigo a que les sometía Yahwéh-Dios, y comenzaron a soñar con un futuro en que su Dios-Amo les daría el dominio sobre todo el mundo: la llegada del Mesías. Esta "decisión" supuso, cree Nietzsche, la consagración de la debilidad, y fomentó una actitud hostil hacia este mundo. Interpretaron todo en términos de pecado y un orden moral universal. Lo “malo” pasó a ser lo que era fuerte y vital, lo “bueno” se identificó con lo antinatural.
“Los judíos son el pueblo más notable de la historia universal, ya que, enfrentados al problema de ser o no ser, han preferido, con una consecuencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier precio: ese precio fue la falsificación radical de toda naturaleza, de toda naturalidad, de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior entero”.

-El siguiente y definitivo paso en esta, a juicio de Nietzsche, nefasta carrera hacia la inversión del valor vital la da el Cristianismo. Pero hay que distinguir entre Cristo y la Iglesia.

Cristo es el profeta de los débiles, pobres, inadaptados, enfermos… Sus mandamientos son no oponer resistencia, no luchar, no devolver mal por mal. Según Nietzsche, Cristo es sólo un pobre idiota pacifista. Su mensaje es similar al del budismo: buscan acabar con el sufrimiento mediante la inacción. Pero el budismo es propio, dice Nietzsche, de personas cultas, por eso no se molesta en tener Dios, dice clara y contundentemente que busca la Nada (el nirvana). En cambio, el cristianismo es propio de las clases intelectualmente más bajas.

“Cabalmente la antítesis de toda pugna, de todo sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer resistencia se convierte aquí en una moral (“no resistas al mal”, la frase más honda de los evangelios, su clave, en cierto sentido), la bienaventuranza en la paz, en la afabilidad, en el no-poder-ser-enemigo”.

-Pero la Iglesia que se construyó sobre el nombre de Cristo, y que tuvo su principal fundador en san Pablo, cogió su imagen y la cargó, según Nietzsche, con mentiras aún más nocivas: la idea de premio y castigo eternos, la idea de inmortalidad del alma… Con ello el sacerdote podía dominar al rebaño. La Iglesia tiene un gran deseo de poder, pero para ello utiliza la corrupción de sus seguidores. El sacerdote cristiano envenena la vida de los fieles, denuncia Nietzsche, les hace creer que esta vida es un valle de lágrimas, que el placer es pecado.

“Y de un solo glope se hizo del evangelio la más despreciable de todas la promesas incumplibles, la desvergonzada doctrina de la inmortalidad personal. (…) En Pablo cobra cuerpo el tipo antitético de “buen mensajero”, el genio en el odio, en la visión del odio, en la implacable lógica del odio”.
“Cuando se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el “más allá” –en la nada- se le ha quitado a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad personal destruye toda razón, toda naturaleza existente en el instinto”.

-Por último, Lutero y el protestantismo en general, supondrían una desgracia más, porque cuando, en el Renacimiento, el cristianismo estaba a punto de transformarse en lo contrario, gracias a tipos, según Nietzsche, vitalistas y fuertes como el “cruel” César Borgia (papas que luchaban por el poder, con cualquier medio, y que vivían en la abundancia y la alegría), consiguieron rescatarla gracias a su vuelta a la fe profunda y al concepto de gracia y pecado.

En resumen, el Cristianismo culmina la inversión de las religiones, desde los dioses vitales y aristocráticos hasta el Dios de los débiles y resentidos.
“El concepto cristiano de Dios – Dios como Dios de los enfermos, Dios como araña, Dios como espíritu – es uno de los conceptos de Dios más corruptos a que se ha llegado en la tierra; tal vez representa, incluso, el nivel más bajo en la evolución descendente del tipo de los dioses. ¡Dios, degenerado a ser la contradicción de la vida, en lugar de ser su transfiguración y su eterno sí! ¡En Dios, declarada la hostilidad a la vida, a la naturaleza, a la voluntad de vida! ¡Dios, fórmula de toda calumnia del “más acá”, de toda mentira del “más allá”! ¡En Dios, divinizada la nada, canonizada la voluntad de nada!...” (Anticristo, 18)
“El concepto “Dios”, inventado como concepto antitético de la vida – en ese concepto concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera hostilidad a muerte contra la vida! ¡El concepto de más allá, “mundo verdadero”, inventado para desvalorizar el único mundo que existe – para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea! ¡El concepto “alma”, “espíritu” y por fin incluso “alma inmortal”, inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar – hacerlo santo – (…)” Ecce homo, Por qué soy un destino, 8)

Nietzsche emite su "veredicto":
“Yo condeno al cristianismo, yo levanto contra la Iglesia cristiana la más terrible de todas las acusaciones que jamás acusador alguno ha tenido en su boca. Ella es para mí la más grande de todas las corrupciones imaginables, ella ha querido la última de las corrupciones posibles. Nada ha dejado la iglesia cristiana de tocar con su corrupción, de todo valor ha hecho un no-valor, de toda verdad, una mentira, de toda honestidad, una bajeza del alma” (Anticristo, 62)

La peor "culpa" del cristianismo

Pero ¿cuál es la principal objeción contra el cristianismo, a juicio de Nietzsche?

NO que sea una mentira (porque, según Nietzsche, la Verdad no existe: llamamos verdad a la mentira que nos conviene), sino que sea una mentira nociva para la vida y la voluntad de poder:
“Lo que nos separa [de la Iglesia y del Cristianismo en general] no es el hecho de que ni en la historia, ni en la naturaleza, ni detrás de la naturaleza encontremos nosotros un Dios, sino el que aquello que ha sido venerado como Dios nosotros lo sintamos no como algo “divino”, sino como algo digno de lástima, absurdo, nocivo, no sólo como un error, sino como un crimen contra la vida…”

El cristianismo, según Nietzsche, es la religión del nihilismo, del resentimiento contra la vida, del espíritu de venganza. No todos los dioses han sido siempre así.

Dionisos frente al Crucificado

Nietzsche no se niega a que consideremos sagrada la existencia, sino a cierta forma de entender lo sagrado.“Yo sólo creería en un dios que supiese bailar” dice Nietzsche (su casera cuenta que, días antes de su definitiva locura, bailó desnudo y exaltado en su habitación). ¿Hay ese dios, que sabe bailar, o lo ha habido?

Entre los griegos Nietzsche creyó encontrar a un dios que representa justo lo contrario al espíritu del cristianismo. Dionisos, el dios de la viña, patrono de la fiesta báquica y de la Tragedia, encarna, según Nietzsche, una afirmación incondicional a la vida tal como es, sometida a constante cambio. Dionisos es capaz de afirmar incluso el dolor como positivo.

Frente a él, los griegos pusieron a Apolo, dios de la luz y el orden, es decir, según Nietzsche, del deseo de congelar la vida. Sócrates, cuando decida creer que existen ideas universales, se declarará seguidor de Apolo.

Nietzsche firmó algunas de sus cartas como Dionisos, el Anticristo.


Dios ha muerto

Pero el cristianismo ha llegado a un estado de suicidio. Curiosamente, uno de sus mandamientos, el “dí siempre la Verdad” (cuya función moral era tener controlado a todo individuo, hacerlo previsible -decir la Verdad ,es, por supuesto, una estupidez vital-) ha llevado a los europeos a preguntarse por la verdad de Dios mismo. Y al final han reconocido que no se le encuentra por ninguna parte. Hoy sólo un estúpido, cree Nietzsche, se molesta en intentar demostrar la existencia de Dios. Hoy es más vergonzoso que nunca creer. Por eso, según Nietzsche, la fe se vuelve más imperdonable cuanto más avanzamos en la historia.

Así que, el gran consuelo que tenía la debilidad humana, ha desaparecido.

¿Podrá el hombre soportar la vida sin esos valores morales trascendentes que le daba la religión, sin la promesa de premios y castigos y la inmortalidad personal? Muchos “tendrán que suicidarse”. Pero algunos irán más allá del hombre-moderno, y superarán el nihilismo aprendiendo a vivir sin aquellos valores, sabiendo que el sentido de la vida no está fuera, sino en la vida misma, no en un eterno más allá sino aquí y ahora. Sólo eso “redimirá” nuestra existencia.
“¿Se me ha comprendido? – Dionisos contra el Crucificado…” (última frase de Ecce Homo).

¿Qué os parece? ¿Tiene razón Nietzsche en su ataque a la religión, especialmente al Cristianismo? ¿Hace la vida mejor o peor, la Religión? ¿Puede el hombre vivir sin religión, y sin Iglesia?

miércoles, 26 de marzo de 2014

La sinrazón de los racionalistas; razones para el irracionalismo (Nietzsche II)

Nietzsche es un filósofo. Como para todos los filósofos, su pregunta fundamental, la que se hizo y nos hace en todo momento, es ¿qué sentido tiene nuestra vida? Pero Nietzsche cree descubrir que lo que nos han contestado hasta ahora los sabios, es falso.


El razonamiento metafísico

¿Qué han dicho sobre eso los grandes sabios de la humanidad?

En nuestra cultura europea esos sabios (o lo más parecido a ellos) son los filósofos. Entre todos ellos, el padre de todos ellos, Platón (y Sócrates), dijo mejor y más claramente que ninguno la respuesta ortodoxa.

Para empezar, esa respuesta había que buscarla en el Conocimiento. Para Platón y todos los filósofos el sentido de la vida está en el Conocimiento, en la búsqueda de la Verdad.

Y ¿cuál es esa verdad? La Verdad, han dicho, está más allá de lo que vemos, más allá del mundo físico y sensible, en un mundo perfecto de esencias, al que sólo podemos llegar mediante la razón.


¿Por qué creían esto los filósofos? Lo que percibimos naturalmente, dicen, es un mundo de cosas variadas y en continuo cambio. Todo nace y todo muere, nada es igual a nada, y nada permanece igual ni a sí mismo. Pero, dice el filósofo (Platón), no podemos pensar ni comprender nada si todo está cambiando. Ni siquiera eso que está cambiando podemos pensarlo si no es mediante ideas que no cambian nunca.

Los fenómenos pueden cambiar de cualidades o características (una cosa caliente se enfría, una cosa pequeña crece, una cosa achatada se estira…) pero las cualidades en sí mismas, las ideas o formas, no pueden cambiar: el Calor no es nunca Frío, es sólo el Calor; la Pequeñez no es Grande; lo Achatado no es lo Estirado…

De aquí el Filósofo pasa a la siguiente afirmación: los fenómenos que percibimos no son la verdadera realidad, sino apariencia, ilusión… porque son en sí contradictorios, incognoscibles. El filósofo debe buscar la realidad en sí, que está más allá de las apariencias que nos presentan los sentidos. Esas Ideas sólo se pueden alcanzar con la Razón, y son eternas e inmutables.

Hasta aquí llega el razonamiento del Metafísico, que le lleva a dividir la realidad en dos mundos:

  1. El Mundo Ideal, que es el verdaderamente real según la metafísica, es racional (no sensible), eterno, no cambia. Es el mundo del Ser.
  2. El Mundo Material es sensible, ilusorio, cambiante: es el mundo de Devenir.


Kant, aunque dijo que la metafísica no podía ser ciencia, no supuso en realidad un gran cambio en el esquema metafísico. También según él los fenómenos esconden detrás una realidad en sí. La diferencia con Platón y el antiguo racionalismo es que Kant ya no se atreve a decir que podemos conocer ese mundo de las esencias: la metafísica lleva siglos dando vueltas sobre sí misma, sin convencer a nadie, y quedando en ridículo ante el progreso real de las ciencias de la naturaleza, basadas en los fenómenos. Pero Kant le deja un hueco de honor al mundo Ideal, en su Crítica de la Razón Práctica: mediante nuestro imperativo moral incondicional podemos postular que somos seres espirituales y libres, y que seremos juzgados por un Dios.

Pero ¿es correcto el razonamiento del metafísico?


El fallo del razonamiento racionalista

El razonamiento racionalista o metafísico se reduce a lo siguiente:  
Si no existiesen Ideas, es decir, esencias eternas e inmutables de las cosas, el conocimiento sería imposible, la realidad sería incognoscible. Así que tiene que existir un mundo de Ideas, que es la verdadera realidad, de la cual este mundo cambiante es sólo una apariencia, debida a nuestra ignorancia.

Pero este razonamiento, dice Nietzsche, es una falacia. ¿Quién nos ha dicho que el mundo tiene que estar hecho para que lo comprendamos nosotros? De nuestra pretensión de racionalizarlo todo no se deduce que la realidad tenga que ser así, racional. El metafísico inventa cómo le gustaría que fuese el mundo para que él lo comprendiese.

Y, de hecho, podemos ver que la creencia del metafísico es falsa. El mundo es un caos de sorpresas, con algunas islas de estabilidad, pero no sabemos cuánto durará esa estabilidad. No podemos asegurar nada.

Platón dijo que existen las ideas eternas, Kant aseguró que tenemos conocimientos sintéticos a priori. ¿Cómo demostraron esto? Diciendo que tenemos una gran certeza de que las matemáticas no van a cambiar. Pero una gran certeza no garantiza nada: es sólo nuestra necesidad de tener esa fe.


Cómo nacieron los conceptos

La verdad es la inversa a la que cree el metafísico: no es que estén las ideas en la razón y el mundo natural sea una imagen de ellas, sino que las ideas son una creación del "hombre". (Entre paréntesis Hombre, porque Hombre es una idea más, abstracta y ficticia como lo son todas las ideas).


La realidad es lo individual y pasajero, el “devenir” o suceder. Nosotros intentamos conocer esa realidad mediante ideas. Toda idea comienza siendo un signo individual, que vale para un suceso concreto. Pero usamos ese signo, como una extensión o metáfora, para todo aquello que se parece algo a ese suceso. Aunque no hay dos hechos ni dos cosas idénticos ni un momento (dos hojas iguales), unos se parecen a otros en ciertos aspectos. Nosotros agrupamos en nombres los parecidos, y clasificamos todos los hechos particulares en supuestas ideas universales (la idea 'Hoja'). Realmente nada es universal, ni siquiera el lenguaje con el que nos referimos a las ideas generales.

Así que el conocimiento falsea los hechos, para poder someterlos a leyes universales.
En verdad, nada tiene unidad, nada es sustancial, nada es permanente, nada tiene ninguna finalidad. Cuanto más general es una idea, más vacía y alejada está de lo que pasa, de la realidad, del mundo del cambio. Las ideas más universales y vacías son la especialidad del metafísico: Ser, Sustancia, Unidad, Fin… En ellas no queda nada ya del cambio y vida que es la realidad.


Cuestión de perspectiva

Si las ideas las inventamos nosotros, el mundo es como queramos verlo.
Ya Kant dijo que imponemos al mundo nuestra forma de verlo, pero se equivocó al pensar que esa forma era igual en todos: cada individuo puede crear su propia forma de ver el mundo, decidiendo fijarse en unos u otros parecidos de las cosas, según sus intereses vitales. La realidad es perspectivista, no hay una Verdad universal y única. Todo es interpretación, no hay hechos puros y objetivos.


El Pragmatismo. “Al principio fue la Acción”

Pero ¿Por qué han inventado los hombres esta visión metafísica, estática, ordenada, absoluta?

Esta pregunta es más importante todavía: no se trata de señalar el error metafísico, porque, al fin y al cabo, si todo es perspectiva o interpretación y no hay verdades absolutas, tampoco el perspectivismo puede ser una verdad absoluta.

Pero detrás del error metafísico hay un error mayor, que es precisamente creer que la respuesta al sentido de la vida está en el conocimiento.

¿Por qué han dado los filósofos tanta importancia al conocimiento, hasta considerarlo la única actividad respetable? ¿Por qué el máximo mandamiento es no-mentir? La explicación, dice Nietzsche, hay que ir a buscarla “detrás” del conocimiento y de la metafísica. Como hemos dicho, la realidad depende de nuestra decisión al mirarla. No hay una realidad única, fuera de nuestros intereses. Seleccionamos una u otra forma de ver el mundo, unas u otras ideas, según nuestros interesas prácticos, es decir, según nuestra Voluntad, no según nuestro Conocimiento. Las teorías de los filósofos, los pensamientos de las personas, esconden detrás una voluntad, una forma de querer la vida. Detrás de toda teoría, hay una moral.

Hay que hacer psicología y genealogía de los filósofos y de las creencias metafísicas de los hombres, preguntarse por qué han creído tal cosa. Hay que situarse “más allá del bien y del mal” para ver qué moral se esconde tras cada visión del mundo.

Así que, contra lo que piensan los filósofos tradicionales, es la Voluntad la que está detrás de toda teoría: es una actitud vital la que promueve una forma de ver las cosas. Por tanto, debemos dirigir nuestra mirada desde el Conocimiento hacia la Decisión

(Esto es similar a lo que dijo Marx: las ideas son “superestructuras” producidas por las relaciones materiales. Por debajo de las ideas está la acción). Como dice Goethe, “al principio fue la Acción”.


Las verdaderas razones del racionalista. La moral de la metafísica

¿Qué moral hay detrás de la visión tradicional, de la visión metafísica de la existencia? ¿Por qué los hombres “necesitan” tanto las ideas universales? La “razón” es que un mundo en que todo cambia, en que no se sabe nunca qué va a ocurrir dentro de un rato, es un mundo peligroso, causa temor. Nos conviene creer que la naturaleza es previsible, y buscamos todos aquellos fenómenos que se repiten. Así creemos que todo está regido por leyes que hacen totalmente previsible el futuro.


¿Qué actitud vital, entonces, está detrás de esta búsqueda de seguridad de la metafísica y la ciencia? Sólo una actitud vital que busca, sobre todo, seguridad y tranquilidad. Es decir, sólo una actitud vital temerosa, débil… que rehúye el riesgo y la aventura, que se dedica más a reaccionar que a la acción, que teme más que vive.

Supongamos por un momento que la ciencia llegase a describir todo según leyes. Se sabría entonces todo lo que va a pasar, lo que me va a pasar a mí mismo (porque yo soy una pieza más del mecanismo universal). ¿Qué pasaría entonces con la Vida? Simplemente se acabaría, porque ya no habría nada que decidir ni que hacer, todo estaría paralizado.

Quien busca seguridad, busca la nada, busca la muerte.
Así que la actitud que hay detrás de la búsqueda de seguridad, en la metafísica y en las ciencias, es la actitud de la falta de fuerza vital, de la debilidad, de la cobardía.

Un ser vital, no quiere que todo esté quieto, sino que haya sorpresas y caos.

“A la realidad se la ha despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido mentirosamente un mundo ideal… El “mundo verdadero” y el “mundo aparente” –dicho con claridad, el mundo fingido y la realidad… Hasta ahora la mentira del ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y falseada por la mentira hasta en sus instintos más básicos – hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro”. (Ecce homo Prólogo, 2).

En resumen, la visión metafísica del mundo es falsa porque confunde la realidad con un mundo inmutable creado mediante metáforas (error teórico), un mundo ideal creado para dar seguridad a una actitud vital cobarde e inadaptada, que teme el cambio y el riesgo que supone la vida (error práctico).

jueves, 20 de marzo de 2014

La vida enferma. Nietzsche I

Informe clínico-metafísico, por el meta-doctor Nietzsche, fisiólogo, psicólogo y genealogista de las Ideas.

Datos del paciente:
Nombre: Hombre
Apellidos: Europeo
Edad: Moderna, según él (o sea, de avanzada edad).
Sexo: más varón que hembra (la “mujer” es una creación de sus delirios enfermizos).

Síntomatología:
El paciente presenta decaimiento y fuertes dolores.
Dice aburrirse y tener angustia.
Se observan salpullidos de vulgaridad por todo su cuerpo.
En la fase más avanzada de la enfermedad sostiene que ya todo le da igual, que se aburre con todo y que si no se suicida es sólo por pereza.

Analítica clínica:
En una primera fase de análisis psicosomático llevado a cabo en el paciente, se encuentra las siguientes causas “internas” de la enfermedad: División de la realidad y fe metafísica. El paciente “vive” (o malvive) creyendo que existen dos mundos, o que el mundo está dividido en dos. Creemos vivir, según él, en un mundo de fenómenos, en que todo cambia, todo pasa, nada permanece mucho tiempo igual. Pero en realidad, sigue diciendo, nuestras esencias o ideas son eternas e inmutables, y no se pueden ver con los ojos ni oler con las narices.
Por más que se le habla, el paciente apenas es capaz de comprender que las ideas no existen, son simples signos utilizados metafóricamente. Padece una ilusión muy viva.
El paciente cree, además, que él es alguien persistente a lo largo del tiempo, cree en su Yo.
Por supuesto, todo esto le hace vivir continuamente fuera de sí, más en el pasado o en el futuro (que son simples construcciones ideales suyas) que en el presente.

Investigando más a fondo, encontramos lo siguiente como origen de su enfermedad metafísica: El paciente lleva toda su vida padeciendo miedos a la vida. No ha sabido adaptarse al riesgo que supone estar vivo, ha querido tenerlo todo previsto y congelado, como si estuviese muerto. Esto le ha provocado el tumor metafísico-religioso, que en su fase más avanzada se llama Cristianismo, y que consiste en creer real justo lo contrario de lo que es real, y tomar por malo justo lo que es saludable y por bueno lo que es nocivo.
Así ha llegado a despreciar el alimento, el sexo, la lucha, el dolor. ¡Afirma creer que todos somos iguales, y tenemos el mismo derecho a vivir! (caso claro de aborregamiento).

Diagnóstico:
Se le diagnostica NIHILISMO agudo. Ha perdido el sentido de la Vida, se ha quedado sin Voluntad, o, digamos, su voluntad es extremadamente débil y enfermiza, incapaz de vivir.

Prescripción facultativa:
Se le prescribe que:
-en primer lugar, se tome el diurético “muerte de Dios”, tres veces al día, antes de cada comida, hasta que expulse todo resto de fe.
-simultáneamente, será sometido a extirpación de los tumores metafísicos que le han crecido por todo el cuerpo, especialmente en la cabeza.
-una vez esto le haya hecho efecto, y esté limpio de toda esperanza sobrenatural, se le someterá a rehabilitación vital, mediante terapia de Ultrahumanidad (consistente básicamente en tener que andar por sí mismo, sin muletas espirituales) y de sano EGOÍSMO.
-por último, cuando su voluntad esté algo más fortalecida, se le implantará un nuevo corazón de la marca ETERNO RETORNO, con el cual llegue a amar todos y cada uno de los momentos de su vida y a ser afirmativo en todos sus instantes.




Friedrich Nietzsche fue un pensador alemán, que vivió entre los años 1844 y 1900. Desde joven fue un apasionado del conocimiento en su sentido más profundo, y, aunque padeció toda su vida muchos dolores físicos debidos a una dolencia cerebral (que le hacía a veces desear la muerte y le acabaría dejando mentalmente inválido los últimos nueve años de su vida), se hizo cargo de los problemas más fundamentales de la humanidad y de los pensamientos más “peligrosos” y “abismales” pensados en los últimos ciento y pico años.


De la pasión con que se dedicó al conocimiento del hombre y de su destino, valgan estas líneas de una carta que escribió a un amigo:


"¡Por fin, mi querido y buen amigo! El sol de agosto luce ya sobre nosotros; el año camina hacia su ocaso y sobre las montañas y los bosques todo se hace más tranquilo y silencioso. Han surgido en mi horizonte ideas nunca vistas, pero no quiero dejar percibir nada de ellas y quiero conservarme yo mismo en una indestructible tranquilidad. ¡Tendré que vivir todavía algunos años! Cuando tales ideas llegan a mi cerebro, mi querido amigo, llega también la de que vivo una vida muy peligrosa y que pertenezco a aquellas máquinas que pueden romperse. Lo intenso de mi sensibilidad me produce espanto y risa. Ya me he visto imposibilitado, algunos días, de abandonar mi cuarto por el risible motivo de que mis ojos estaban inflamados. ¿Y por qué? Porque el día anterior había llorado mucho, y no lágrimas sentimentales, sino de júbilo, en mis solitarios paseos, durante los cuales voy cantando, llorando y delirando a un tiempo, lleno de una nueva visión que poseo antes que ningún otro hombre”. (Epistolario. carta a Peter Gast, 1881. Editado por Biblioteca Nueva)

Las ideas a las que se refiere Nietzsche son las del terrible “descubrimiento” de la muerte de Dios (todo carece de sentido y valor), y las del Ultrahombre (tiene que venir un hombre que sepa vivir sin ideales metafísicos ni religiosos, o sea, sobrenaturales), y el Eterno Retorno (el sentido de la vida sólo se recuperará si se desea que todo vuelva a suceder eternamente, y que el instante de ahora tenga un valor infinito).

En sus últimas cartas firmaba como Dionisos, y alguna vez llegó a firmar como “El Crucificado”. Su último acto consciente fue abrazarse llorando al cuello de unos caballos a los que su amo estaba fustigando. Después de eso fue internado en un psiquiátrico, donde aún vivió nueve años sin, al parecer, enterarse de la enorme fama que su filosofía iba cobrando por toda Europa.
A algunos les gusta pensar que su locura se la inventó él, como último acto de su pensamiento, que apuntaba a ver la vida como Juego y Locura (los médicos no opinan lo mismo, claro).

La importancia del pensamiento de Nietzsche, como él mismo presintió, no es posible calcularla todavía. Según muchos, con él acaba toda una etapa de la historia humana, y a partir de ahora habrá que vivir de otra forma: sin esos ideales trascendentes que la religión ha promovido siempre, y que Nietzsche creyó insostenibles ya para siempre.

Estas son algunas imágenes reales de Nietzsche, en sus últimos días de vida:




lunes, 17 de marzo de 2014

Diálogo entre Kant y Platón


A las puertas del juzgado, cuando todo el mundo se ha marchado, dos siluetas, que parecen las de Kant y Platón, charlan así:


Kant.- ¿Qué te ha parecido el Juicio? ¡Lo he diseñado yo solito!

Platón.- Eso de la dignidad del hombre, y que no se puede comerciar con la justicia, te ha quedado muy bonito.

K.- Sí, es de lo que más orgulloso me siento.

P.- Y cuando lo llamas “Razón Práctica” ¿no quieres decir que es sólo la Razón misma, pero tratando sobre lo bueno?

K.- Sí, si lo entiendes bien. Lo que quiero decir es que dictar leyes o tomar decisiones no es lo mismo que saber algo: es Hacer, no Saber.

P.- Eso suena también muy profundo. Pero ¿quieres decir que no hay una conexión entre decir “Esto es bueno” y decir “Esto debe hacerse”?

K.- Ahí está el punto: no hay ningún conocimiento como “Esto es bueno”. Nada es bueno en sí, salvo la buena voluntad, pero eso no es un objeto, claro.

P.- ¿Entonces no son buenas la Vida, el Conocimiento, y todo eso?

K.- ¿No has leído al avispado de Hume? Él ha resumido muy bien lo que ya se venía viendo: no hay ninguna propiedad en las cosas que sea lo bueno, como sí hay lo amarillo. Y no se puede pasar de describir algo (por ejemplo, los seres vivos buscan perpetuarse) a decir que “debe hacerse así”. Yo he dicho lo mismo, pero salvando a la razón, en contra del hedonismo de Hume.

P.- ¿Así que no crees que las cosas tienen, cada una, una Esencia, y que se puede conectar el Bien de una cosa con su Esencia? ¿Por ejemplo, que para un caballo es bueno todo lo que le hace ser mejor caballo, y para una persona todo lo que le hace persona, y que hay una idea de Perfección que rige sobre las demás esencias?

K.- ¡Ay, las esencias! Tarde pero a tiempo me di cuenta de que eso no era más que optimismo y fanatismo griego. Me pasé mi juventud creyendo en ellas, sin ver ninguna, como les pasa a los jóvenes con el amor verdadero.

P.- Cuentan de mí que, a alguien que me dijo algo así como “pues yo veo a Sócrates y a Alcibíades, pero no veo la Humanidad” le contesté “eso, amigo, es porque tienes ojos pero no inteligencia”. No recuerdo haberlo dicho, pero ¿y si te lo digo a ti? ¿También tú confundes conocer con imaginarse o representarse algo? ¿Crees que el mundo es un teatrillo?

K.- A ver, yo no he dicho más que lo que dijiste tú: que todo lo que vemos no es más que simples fenómenos, no las cosas en sí mismas. El espacio y el tiempo no son más que nuestra forma de percibir las cosas, que para nosotros son sólo pensable, noúmena.

P.- Y ¿no ves ninguna diferencia entre tú y yo?

K.- Sí: que yo me he visto obligado a negar que tengamos conocimiento alguno de esos seres inteligibles. Ha llovido mucho desde tu época, y yo no puedo refugiarme en metáforas y mitos, como hacías tú cuando querías referirte al Alma o a los Dioses.

P.- ¡Eres en todo igual de inflexible! Piensas como un hacha, separándolo todo. ¿Sabes? Aunque no me entusiasma este tipo de explicaciones, me parece que tiene que ver con tu educación en esa religión del desierto, el judaísmo, renovada hace poco por el monje alemán, Lutero. También tú dices que no tenemos ninguna imagen de Dios, o sea, del Bien en sí, y que lo que tenemos que hacer es acatar su Ley sin conocerle. Pero no puedes evitar mencionarlo, por mucho que lo llames cosa en sí.

K.- Eres muy sabio, y muy buen psicólogo.

P.- Y sabes que siempre te preguntarán qué relación dices tú que hay entre esas inalcanzables cosas en sí mismas y nuestros miserables fenómenos. Alguna tiene que haber ¿no? ¿O cualquier cosa puede provocar cualquier fenómeno?

K.- Sí, has metido el dedo en el ojo de mi teoría. Últimamente, antes de morir, trabajo en algo que se parece mucho a deducirlo todo del entendimiento, y mis lectores jóvenes y supuestos seguidores están cayendo en lo que más he combatido: están convirtiendo al Yo en una cosa, en una sustancia, y diciendo que lo es todo.

P.- Y ¿qué es el Yo, según tú, si no es una cosa?

K.- Es una simple forma, una función. Esto es muy difícil de comprender.

P.- ¡Y tanto! ¡Un algo que no es una cosa! Me recuerdas a un inteligentísimo alumno mío, un tal Aristóteles, que se ha venido desde Macedonia a estudiar a mi Academia. Él también me dice: maestro ¿y si las Ideas no son cosas, sino sólo Formas? Eso es demasiado inteligente para mí: yo, todo lo que pienso creo que es algo.

K.- ¡No te hagas el simple, como tu maestro Sócrates! Pero ¿no ves que en cuanto intentamos mencionar a las Ideas, a los seres de más allá, a las Esencias tuyas, caemos en contradicciones, en Dialéctica?

P.- Claro, eso es lo que hemos dicho otros, empezando por el viejo Heráclito y el sabio Parménides. Yo mismo, si has leído mi libro de la República, he distinguido dos tipos de conocimiento racional, uno mixto y otro puro. El primero es lo que tú llamas uso condicionado o Ciencia, o sea, que saca sus contenidos de la sensibilidad. El segundo es el que busca las cosas mismas.

K.- Sí, buscarlas las busca, pero nunca las encuentra.

P.- Es que nadie ha dicho que seamos dioses. Aunque, en cierto modo, lo somos.

K.- Pues yo digo que un conocimiento que se contradice, no es conocimiento ni nada. Y eso le pasa a tu dialéctica.

P.- Me vas a permitir que te diga que no has profundizado lo suficiente en el asunto. Escucha, y dime. Según lo expuse en mi Parménides (que no sé si has leído…), nosotros no podemos pensar sin dar por supuesto lo Uno puro, porque todo conocimiento es unidad. Pero es cierto que, a la vez, en cuanto queremos representarnos esa unidad, no tenemos más remedio que hacerla múltiple, porque somos entendimientos limitados, no infinitos o perfectos.

K.- De acuerdo hasta ahí.

P.- Muy bien. Pues ahora creo que hay que darse cuenta de que, no por eso podemos prescindir de pensar en lo Uno y lo Múltiple, y sus relaciones. Al pensarlos, vemos que el uno implica al otro, y caemos en contradicciones, por pensar Todo a la vez. Pero entonces, como una chispa, surge la intuición racional (que no puedes imaginar, fíjate bien) de lo Uno puro.

K.- Ese es el paso que niego: no hay esa intuición, yo no la conozco.

P.- Pues, para no conocerla, la usas correctamente, porque ¿con qué te refieres a las cosas en sí mismas? La diferencia es que yo, como buen griego, pienso que podemos referirnos a ello usando las representaciones, si no las tomamos como la realidad misma, sino como símbolos o imágenes imperfectas.

K.- Y yo, como buen alemán, no sé nada de metáforas ¿no es eso?

P.- Casi. Más bien, no eres consciente de tus metáforas. Porque, mira, ¿no hablas tú de las cosas mismas, esas que sin embargo dices que no podemos pensar? Dices que las ‘hay’, que ‘causan’ nuestras representaciones, etc.

K.- Vale, uso algunas analogías. Pero no me refiero a ellas en sus contenidos, como haces tú cuando hablas del Caballo-en-sí y las demás esencias.

P.- ¿Sabes? Tú encajas perfectamente en la figura del Guardián de mi polis.

K.- ¡Me haces mucho honor! Y ¿por qué piensas eso?

P.- El guardián, digo yo, sólo sabe de Matemáticas, no va más allá ni llega a la dialéctica. Se siente completamente obligado a cumplir la Ley, pero él no es capaz de darle ningún contenido a esa ley.

K.- ¡Y el sabio sí es capaz!

P.- Se acerca más. El sabio sabe que el Bien es lo mismo que la Unidad, y sabe que los cuerpos son imágenes, o sea, ni del todo iguales ni del todo diferentes, del Alma. Así que busca unidad en el alma produciendo unidad y armonía en los cuerpos.

K.- Los griegos siempre seréis unos ilusos…, eso sí, luminosos. Pero Grecia ya ha pasado. Hoy, en Europa, sabemos que los cuerpos no representan nada de nada: vivimos en la noche de un mundo sin sentido, no en el mediodía poblado de dioses desnudos, como vosotros.

P.- Por eso no sabéis ni qué hacer. Porque, si no piensas que el cuerpo es imagen de la persona, ¿cómo sabes qué comportamientos son correctos o cuales no? Repetir, como haces una y otra vez, que debes actuar como querrías que actuara cualquiera, no te va a ayudar a decir cómo debes actuar. Debes saber qué cosas son buenas.

K.- Quizás tengas razón. Pero cuanto dices me suena a un imposible, al pasado. Las ciencias han avanzado mucho. Nos dicen que, en el cuerpo, todo es ciego mecanismo. Yo he intentado dejarle un hueco a la Libertad, pero fuera de este mundo, claro. Este mundo se lo doy todo a la Ciencia.

P.- ¡La Ciencia! ¿Qué es la ciencia? Cada uno tiene la ciencia que se merece, ¿no te parece? Pero todo eso de que la ciencia dice que las cosas son mecánicas, no es ciencia, sino filosofía. Ya existía en mi época: también en Grecia había pesimistas. Y también algún día volverán…

K.- Las oscuras golondrinas, eso es. Y ¿para cuando será eso?

P.- Para cuando el personaje más importante deje de ser ese mediocre personaje que es el comerciante.

K.- Eso no lo verán nuestros ojos, por más que nos reencarnemos. Aunque creo que nos iremos acercando cada vez más.

P.- ¿Ves como no es tan duro ser optimista? Pues atrévete a pensar que lo alcanzaremos.

lunes, 10 de marzo de 2014

Juicio a la Razón, segunda parte (Kant II)


Hoy se reanuda en Köninsberg el trascendental juicio a la Razón Humana. Como recordarán, en la primera parte no salió bien parada: se la consideró culpable de pretender saber lo que no puede saber. ¿Qué pasará hoy? La jueza empieza recordándole los cargos:

Jueza.- Señora Razón, se le acusa de invadir, también en la moral, el terreno que no le pertenece, y pretender decirnos a todos qué está bien y qué está mal, sin atender a lo que dice el Ministerio de Gustos y Felicidades. ¿Tiene usted algo que declarar?
Razón.- No tengo nada que decir. Ni siquiera reconozco legitimidad a este juicio. Nadie más que yo puede juzgar, a los demás y a mí misma.
Jueza.- Que se siga el proceso. Tiene la palabra el fiscal.

Fiscal.- Señoría, creo que ha quedado clara la arrogancia de la acusada. Es fácil demostrar que, exactamente igual que ocurría con el Ministerio de Conocimiento, la señora Razón, ha usurpado o, mejor dicho, intentado usurpar (porque no ha conseguido nada, a decir verdad) funciones que no le corresponden. Ha pretendido convertirse en monarca absoluta, ella que no es más que una consejera.
Querría llamar a declarar como testigo a don Sentido Común.

Jueza.- Que entre.

(entra un hombrecillo un poco tosco de andares. Jura decir la verdad)

Fiscal.- Don Sentido-Común, díganos: ¿Cuál es su cometido?
Sentido-Común.- ¿Cómo dice?
Fiscal.- Quiero decir qué busca usted…
Sentido-Común.- ¡Ah! Mi reloj, el de la pulsera negra.
Fiscal.- No, me refiero a qué busca usted en la vida. ¿No es verdad que usted busca, al fin y al cabo, la Felicidad?
Sentido-Común.- ¡Claro que sí! ¡Casi más que el reloj!
Fiscal.- ¿Reconoce usted a la acusada?
Sentido-Común.- La veo borrosa (es que ando un poco miope ¿sabe usted…? Los años…)
Fiscal.- No se preocupe. ¿No le han estorbado a usted ella o alguno de sus descendientes, los llamados “sabios”, en su difícil tarea de buscarse la vida?
Sentido-Común.- Hombre, un poco sí, pero no les hago mucho caso ¿sabe usted? A veces ni les entiendo cuando hablan (¡son gente muy leída!).
Fiscal.- Y ¿cómo puede usted apañárselas sin ella?
Sentido-Común.- Yo, como mi madre y mi padre, y mi abuelo y abuela y toda la familia, sé muy bien lo que ando buscando… el reloj ¿Lo ha visto usted?
Fiscal (algo nervioso).- No, querido amigo. No tengo más preguntas, señoría.

Jueza.- Tiene su turno la defensa.

Defensa.- Veamos, le voy a preguntar a usted cosas para las que no hace falta saber leer, ni tener vista de lince. Díganos, don Sentido-Común, ¿cree ustedes que todos somos iguales?
Sentido-Común.- ¿Iguales en qué, en lo ancho o en lo romo?
Defensa.- En derecho.
Sentido-Común.- No crea usted, señor, que veo a unos más torcidos que a otros.
Defensa.- (un poco impaciente) ¡Vamos a ver! ¿Qué pasa si le doy ahora un poco de dinero, así sin más, a todos los que hay en esta sala, menos a usted?
Sentido-Común.- Que le parto la silla en la espalda, como diría mi abuelo… perdóneme la palabra…
Defensa.- Y ¿por qué?
Sentido-Común.- Porque eso no está bien, no me diga usted…
Defensa.- ¿Y si le doy a usted sólo, y no a los demás?
Sentido-Común.- Hombre..., tampoco está bien… sobre todo así, a las claras.
Defensa.- ¿No cree usted que “no hay que hacer a los demás lo que no quieres que te hagan”?
Sentido-Común.- Eso está muy bien dicho. Por eso a mi no se pasa por las mientes esconderle el reloj a nadie, ¡cagoendiez! (¡perdone, mi señoría!).

Fiscal.- Señoría, con la venia, me gustaría preguntar de nuevo al testigo.
Jueza.- Pregunte. Luego tendrá su turno la defensa.
Fiscal.- Señor Sentido-Común, ¿no cree usted que eso de que no hay que hacer lo que no quieres que te hagan se explica porque no queremos que nos den palos y sí caricias? Quiero decir que sabemos que a todos nos conviene ayudarnos, y para eso tenemos que tratarnos con la mayor igualdad…
Sentido-Común.- ¿¡Qué se yo de esas filosofías!? Me vuelven ustedes loco. ¿Me puedo ir, señora jueza?
Jueza.- No, mientras la defensa quiera preguntarle algo.
Defensa.- Por mí puede marcharse. (El Sentido-Común se va, visiblemente incómodo).

Fiscal.- Querría llamar a declarar al Político.
Jueza.- Que entre.

(entra con gesto orgulloso y saludando. Promete decir la verdad).

Fiscal.- Señor Político, ¿no es usted el encargado de dirigir el Estado?
Político.- Así es. Puedo asegurarles que en todo momento, en el desempeño de nuestra gran responsabilidad, hemos cumplido con la mayor…
Jueza.- ¡Vale! ¡Vale! Deje su verborrea, por favor, y limítese a contestar las preguntas.
Político.- Sí, señoría, si yo no he dicho otra cosa: ha sido la oposición que…
Jueza.- (golpeando) ¡Silencio, o le hago salir!
Fiscal.- Dígame, ¿qué misión tiene usted, a cargo del estado?
Político.- ¿A parte de perpetuarme? ¡Ah! ¡Sí! Conseguir el bienestar de todos, incluidos (¡fíjese bien, señoría!) incluidos aquellos que no me han votado.
Fiscal.- Y ¿qué función debe cumplir en tan noble labor la acusada?
Político.- ¿Ella? Sí, bueno… es de la mayor ayuda. Es experta en todo.
Fiscal.- Pero ¿debe ella tomar las decisiones últimas?
Político.- ¡En absoluto! Para eso ya estoy yo. Aunque la escucho, al final yo hago… lo que me da la gana… Quiero decir, conseguir el mayor bienestar para la mayoría, claro.
Fiscal.- Gracias. No tengo más preguntas.

Defensa.- Señor político. ¿Ve bien usted los sobornos?
Político.- ¿¡Qué dice usted!?
Fiscal.- Protesto, señoría, se está prejuzgando…
Jueza.- No se admite, la defensa está haciendo una pregunta. Conteste.
Político.- No, no los veo bien, claro, y puedo prometerles que…
Defensa.- (interrumpiéndole) ¿Por qué no los ve bien?
Político.- Porque… son injustos: no benefician a nadie.
Defensa.- ¿Y si beneficiasen a sus votantes, que son la mayoría, o incluso a los que no le han votado? ¿Mentiría usted para beneficiar a la mayoría o a todos?
Político.- ¡Claro que no mentiría!
Alguien-entre-el-público.- ¡Está mintiendo!
Jueza.- ¡Silencio! Abandone la sala. ¿Tiene más preguntas el ministerio de la defensa?
Defensa.- No, señoría.

Fiscal.- Señoría, querría citar al perito, el psicólogo don Tiempos-que-corren.
Jueza.- Que entre.

(entra, con cara de persona profunda superficialmente)

Fiscal.- Señor Psicólogo don Tiempos-que-corren, ¿estudia usted la conducta humana?
Psicólogo.- Así es.
Fiscal.- ¿Puede decirnos cómo funciona el asunto de la toma de decisiones? ¿Puede la Razón, ella sola, movernos a actuar?
Psicólogo.- No. La razón puede afirmar cuantas cosas quiera, pero el deseo se mueve sólo para obtener un placer o huir de un dolor.
Fiscal.- ¿Qué papel dice usted que debería cumplir, entonces, la acusada?
Psicólogo.- Debería limitarse a informar de cómo funciona el mundo, para que el deseo elija con conocimiento de los medios. Nada más.
Fiscal.- Gracias. No hay más preguntas.

Defensa.- Señor psicólogo, ¿cómo, según usted dice, pueden los sentimientos mover a la voluntad, y no puede hacerlo la razón?
Psicólogo.- Porque nadie puede romper la conexión entre un sentimiento y una decisión. Siempre que alguien toma una decisión, podemos encontrar un placer como motivo.
Defensa.- ¿Qué motivo hay para decir la verdad cuando perjudica, cosa que hacen algunos, aunque sean pocos?
Psicólogo.- El sentimiento de estar a gusto con uno mismo, o el de evitar sentirse a disgusto con uno mismo.
Defensa.- Y ¿por qué se siente uno a disgusto con uno mismo cuando miente?
Psicólogo.- Es un hecho, psicológico. Quizás la naturaleza nos haya diseñado así para ser seres sociales.
Defensa.- Y ¿sabe eso uno, cuando decide no mentir?
Psicólogo.- No, claro, eso es subconsciente…
Defensa.- ¡Ah! ¿subconsciente..! ¿No es cierto, don Tiempos-que-corren que no es usted el único representante de su (llamémosla así) “ciencia”, y que hay psicólogos que no piensan como usted?
Psicólogo.- Una minoría.
Defensa.- Y ¿es cuestión de mayorías, esto de la ciencia suya? ¿Puede usted afirmar que sus teorías son fiables?
Fiscal.- Protesto, señoría: la defensa pone en tela de juicio la honorabilidad del perito.
Jueza.- La defensa resalta un hecho relevante para el procedimiento. Siga.
Defensa.- No tengo más preguntas.

Jueza.- ¿Hay algún testigo más?
Defensa.- Llamo a declarar al señor Santo-Sabio.
Jueza.- Que entre.

Santo-sabio (entrando con paso seguro y sereno).- ¡Kalimera!
Defensa.- Perdonen su forma de hablar, es que es griego. Sólo les ha saludado.
Jueza.- Interróguele.
Defensa.- ¿Por qué le consideran a usted un sabio?
Sabio.- Porque soy siempre dikaios, quiero decir, justo, sin temer los daños ni alegrarme con los hedonai.
Defensa.- Los placeres, quiere decir. Y ¿Puede usted hacer eso? Cuéntenos en qué consiste.
Sabio.- Simplemente escucho en todo cronos a mi Logos, perdón, quiero decir a mi razón, que es tauta… o sea, la misma que la suya y la de todos. Me costó mucho ejercicio controlar a mis deseos, pero ahora soy eleuterio, perdón, quiero decir libre, y me limito a seguir la fisis, o sea, la naturaleza, que es la virtud, perdón, quiero decir la areté.
Defensa.- Gracias. No hay más preguntas.

Fiscal.- Señor santo-sabio, ¿puede hacer usted el esfuerzo de hablar como las personas normales y decirnos por qué cree usted que es bueno lo que hace?
Santo-sabio.- Por sí mismo.
Fiscal.- ¿Y para usted la felicidad no es nada?
Santo-sabio.- ¿La eudemonía?, sí, claro, lo es todo, pero sólo el sabio es feliz.
Fiscal.- Señoría, quiero que conste que ha dicho que el motivo por el que este sabio hace todo lo que hace, es por conseguir la felicidad.
Sabio-santo.- Eso lo ha dicho usted, o más bien su agnoia, quiero decir, su ignorancia.
Jueza.- ¿Hay más preguntas?
Fiscal y defensa.- No, señoría.

Juega.- Emitan sus conclusiones.
Fiscal.- Creo, señoría, que ha quedado probado que la Razón es, y no puede ni debe dejar de ser, la esclava de las Pasiones. En cambio, ella y sus cachorros, los autodenominados sabios, aunque ni siquiera hablan una lengua viva y moderna, no dejan de ridiculizar a los Sentimientos y desprestigiar su función de monarcas y guías de la vida humana. Pedimos, por ello, que sea condenada a perpetuo silencio en todo lo que se refiere a este asunto, y que, como indemnización, pague con cien años de trabajos para el ministerio de Gustos, y busque argumentos para honrarlo hasta que compense el daño provocado.
Jueza.- Tiene la palabra la Defensa.
Razón.- Señoría, renuncio a mi defensa. La agradezco al abogado cuanto ha hecho, pero considero indigno tener que defenderme.
Jueza.- Como usted quiera. En breve emitiremos sentencia.

(Después de un rato ausente, la jueza entra en la sala, ocupa su lugar a oscuras, y hace pública la Sentencia:)

Jueza.- Oídas las partes, fallamos lo siguiente:
Consideramos a la acusada inocente del cargo que se le imputa, o sea, de haber invadido terrenos de la moral que no le corresponden.
El ministerio de Gustos ni puede ni debe determinar qué es correcto, justo y, en una palabra, bueno. ¿Qué pasaría si nosotros mismos, los jueces, por ejemplo, nos dejásemos llevar por nuestros gustos, por muy altruistas que estos fuesen? Hasta el más simple sentido común reconoce, si no se le manipula, que eso sería injusto. La justicia no puede negociarse, y sólo puede ser determinada por la Razón, que nos dice, a todos, como una orden incondicional o Imperativo Categórico, que toda persona (es decir, todo aquel ser que es dueño de sus actos y, por tanto, responsable) es Libre e Igual ante la Justicia, y que bajo ningún concepto se puede vender la justicia por conseguir beneficios, aunque sean los de los votantes. Nuestra sociedad sería indigna de sobrevivir si no hiciese caso exclusivamente a la Razón.
El perito psicólogo, en caso de que lleve razón en su teoría (que nos ha parecido más que dudosa y no representativa necesariamente de su ciencia), sólo prueba cómo se comportan usualmente las personas, no cómo deberían comportarse, que es de lo que se trata. Es cierto que podemos encontrar cierta conexión entre justicia y felicidad, pero la segunda es, como mucho, el resultado de la primera, y no el motivo o la causa. Debemos buscar, no la felicidad, sino merecernos la felicidad. Y esto, que no está garantizado en esta vida, consiste en ser justos, sin otro interés.
Así que, en adelante, el Ministerio de Gustos queda totalmente subordinado a la Razón, y se le impedirá que la interrumpa cuando ella esté deliberando sobre qué es lo correcto, y qué debemos hacer. El Ministerio de Gustos dedicará más fondos y atención a los sentimientos de Respeto y de Satisfacción con uno mismo por comportarse correctamente y Remordimiento por hacer lo contrario.
Además, se permite a la Razón que enseñe (aunque nunca como si fuese algo demostrable o científico) que las Personas somos algo más que seres físicos y determinados. Puesto que para poder comportarse correctamente hay que ser Libre, aunque no podamos demostrar científicamente que lo somos, como tampoco podemos demostrar lo contrario, está permitido creer que somos dueños de nuestros actos, y que seremos juzgados por el Juez de todos los jueces, que no es más que la Razón Absoluta.
Se levanta la sesión.

En ese momento se encienden todas las luces de la sala, incluidas las que caen sobre la jueza y todos descubren con enorme sorpresa que la Jueza no es otra que…

jueves, 6 de marzo de 2014

Juicio a la Razón, primera parte (Kant I)

Hay cierta expectación a las puertas del juzgado. Hoy comienza el juicio contra un personaje muy respetado e ilustre, en quien muchos habían depositado una gran confianza, y algunos, incluso, todos sus ahorros espirituales. Se llama Razón Humana.

El fiscal presenta cargos graves contra ella: en pocas palabras, la acusa de haber invadido funciones que no le corresponden, y haber ejercido de monarca absoluta, imponiendo su autoridad sobre la Ciencia y la Moral. El juicio se celebra en la sede de los Juzgados Trascendentales, en la pequeña ciudad de Köninsberg.
La jueza, a la que no se puede ver la cara porque está en penumbra, lee los cargos que se presentan contra la acusada:


-Señora Doña Razón Humana, funcionaria consejera principal del Estado, se le acusa de haberse extralimitado en sus funciones y haber ejercido una influencia despótica e injustificada sobre los otros funcionarios, tanto en el Ministerio del Conocimiento como en el Ministerio de Decisiones, Deseos y Buenas Obras. Dividiremos este juicio en dos sesiones: trataremos primero de sus presuntos delitos en el Ministerio del Conocimiento. ¿Tiene la acusada algo que declarar al respecto?
Razón.- Toda mi vida llevo trabajando por el ser humano, intentando iluminarle y hacerle libre de la ignorancia, su peor enemigo. Yo he buscado el sentido de su vida y de sus actos. Eso es todo lo que tengo que decir.
Jueza.- Pueden interrogarla el fiscal y la defensa.


(la Razón y la Ciencia)

Fiscal.- Señora Razón, ¿no es cierto que usted afirma que conoce la auténtica realidad de las cosas, y muestra a menudo desprecio por lo que hace la señora Ciencia, de la cuál usted debería ser consejera?
Razón.- La Ciencia sin mí no es nada, es más. no es nada aparte de mí. Yo se lo doy todo
  
Fiscal.- Y ¿cómo explica usted que, mientras ha durado su despótico dominio, no hayamos avanzado ni un palmo, y que ni su propio hijo, la Metafísica, el que dio a luz siendo usted aún virgen, no se ponga de acuerdo ni consigo mismo? ¿Y, en cambio, desde que la Ciencia se ha decidido a sacudirse su yugo, hemos hecho más progresos que en toda la historia?
Razón.- Los temas que yo trato a solas son muy difíciles y principales; la ciencia sólo avanza en cosas minúsculas, relacionadas con la tecnología.

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a doña Ciencia.
Jueza.- Que entre doña Ciencia.

(Entra y jura decir la verdad)

Fiscal.- Señora Ciencia, ¿puede decirnos a qué se dedica?
Ciencia.- Intento conocer la Naturaleza, o sea, cómo funcionan las cosas.
Fiscal.- ¿Qué ayuda podría y debería prestarle la acusada, la Razón, en su importante labor?
Ciencia.- Bueno, ella está encargada de acompañar a los Sentidos y presentarle hipótesis generales, formas de organizar lo que aprendemos.
Fiscal.- ¿Ha estorbado alguna vez la señora Razón su trabajo?
Ciencia.- Lo cierto es que a veces se pone a hacer afirmaciones gratuitas, pretendiendo decirme cómo son las cosas sin atenerse a los datos ni probarlo experimentalmente. Normalmente lo único que hace cuando se pone en ese plan es distraerme, pero a veces, cuando se junta con la directora de la Asociación de Esperanzas Infinitas, me refiero a doña Teología, llegan a intentar impedirme mi trabajo. Dicen que yo ataco todo lo que nuestros antepasados nos habían mandado creer.
Fiscal.- Muchas gracias.

(Se sienta. Interroga la Defensa de la Razón)

Defensa.- ¿No es cierto, señora Ciencia, que lo que usted llama "conocer el mundo" se limita a observar las apariencias, y medirlas y pesarlas?
Ciencia.- Observo lo que veo, claro.
Defensa.- Lo que ve con sus ojos, ¿verdad? Y ¿no es verdad que usted no es siquiera capaz de distinguir si lo que ve es una ilusión o la verdad?
Ciencia.- ¡Eso me dice a veces la Razón! Pero ¿¡qué sé yo de eso!? Distinguir sueño de realidad lo sabe hacer cualquiera. Yo, por lo menos, digo que acerca de si las cosas son o no como podamos verlas, no tengo nada que decir. Sólo quiero que no se metan en mi trabajo.
Defensa.- ¿No es verdad, doña Ciencia, que la razón va, ella sola, descubriendo la matemática, y que sin ella usted no podría dar un paso?
Ciencia.- Ahí sí me es de gran utilidad la acusada. Para mí la matemática es, por decirlo así, mi lenguaje. O, mejor aún, las reglas de mi lenguaje. Pero el contenido de las palabras tengo que sacarlo del mundo mismo, no de la Razón. Eso es lo que ella se empeña en no reconocer.
Defensa.- Y ¿qué tiene usted que decirnos sobre el sentido de la vida humana, sobre nuestro destino y todo eso?
Ciencia.- Nada de nada. Yo sólo hablo de lo que sé.
Defensa.- Y ¿por qué niega usted que la Razón nos pueda decir algo al respecto?
Ciencia.- Creo que me está usted confundiendo con el fiscal: yo no digo que ella no tenga nada que decir, lo que digo es que ella no es Ciencia, no se atiene a lo comprobable. Sólo pido que respete mi trabajo.
Defensa.- Muchas gracias.


(La Metafísica: dialéctica de la razón)

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a don Hilemorfinez el Metafísico, el hijo de doña Razón Pura, porque lo tuvo siendo ella aún virgen.

(Entra en la sala el Metafísico, un personaje estrafalario que lleva una cara de frente y otra en la nuca, como si fuesen dos hermanos siameses pegados por la espalda. Jura decir la verdad).

Fiscal.- ¿A qué se dedica usted?
Hilemorfinez de frente.- Soy metafísico, de nacimiento. Me dedico a investigar lo más importante, lo que no puede verse con los ojos, sino sólo con la mente pura.
Fiscal.- ¿De dónde saca usted todo su presunto conocimiento?
Hilemorfinez.- Lo heredé de mi madre. Si tengo alguna duda, le pregunto a ella, que guarda todos los recuerdos en el cajón de la cómoda.
La espalda de Hilemorfez.- ¡Tú no sabes nada de nada! ¡Eres un ignorante engreido!
Hilemorfinez.- No le hagan caso, es mi espalda, una maldita sombra que se llama Materialismo, una tara de nacimiento. ¡Señor, qué habré hecho para merecer esto!

Fiscal.- Señora jueza, quiero demostrarle que todo lo que dice este hombre son puras ilusiones, y que ni él se pone de acuerdo consigo mismo.
Jueza.- Proceda.
Fiscal.- Veamos: Usted afirma que los humanos somos almas inmortales, seres inmateriales, ¿no es así?
Hilemorfinez.- Lo afirmo rotundamente. Si pienso, existo. Y como puedo separar la idea de pensamiento de la de cuerpo, sé que el pensamiento es algo independiente. Además es inmortal, puesto que sabe cosas eternas, como los números.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Qué estupidez! Tú no has visto nunca un alma, ni la verás. Lo único que sabes es que piensas, pero eso lo hace tu cerebro. Estás más vacío que mis bolsillos.

Fiscal.- Veamos otro ejemplo: ¿dice usted que somos libres en nuestros actos?
Hilemorfinez.- Por supuesto (si no ¿cómo podríamos ser juzgados y culpados?). Tiene que haber una causa libre, no todo puede estar determinado, porque así iríamos al infinito…
Hilemorfinez-espalda.- ¡Tonterías! No hay nada libre: todo está hecho de átomos, incluido tu cerebro, y los átomos se mueven según leyes que nadie puede cambiar. Hasta si fuese cierto que pasan cosas por azar, eso no sería nada parecido a la libertad.

Fiscal.- Última prueba, señoría: Afirma usted, Hilemorfinez, que existe una Persona Infinitamente Perfecta y Todopoderosa…
Hilemorfinez.- Por supuesto: su existencia se deduce de su esencia, o sea de la idea de Perfección.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Lo que se deduce es la inexistencia de tu cerebro! ¿Cómo vas a sacar una cosa de sólo una idea? Decir que algo existe no es decir nada, si no dices dónde está y cómo comprobarlo (Se ponen a discutir sin parar).
Fiscal.- No tengo más preguntas. Creo, señoría, que es evidente que no hay cosa en la que éste, el niño mimado de la acusada, esté de acuerdo consigo mismo. Lleva así desde que nació, y no hay visos de que vaya a mejorar. Sinceramente, señoría, creo que necesita atención médica. Y su estado es fruto de la procreación virginal de la acusada, que quiso tener hijos sin comercio carnal.

Jueza.- Tiene la palabra la defensa.

Defensa.- Señor Hilemorfinez, ¿a qué atribuye usted esas desavenencias entre su rostro y su espalda?
Hilemorfinez.- A que mi tarea es muy difícil, y este engendro que me cuelga de nacimiento, el Materialismo, es difícil de reducir. Pero estoy tomando medicaciones que ha elaborado mi madre, muy potentes en racionalina y analiticoides, y creo que pronto estaré bien.
La espalda de Hilemorfinez.- ¡Ni te creas que te vas a deshacer de mí, loco! ¡Algún día serás tú el que esté en el museo de momias!

(Hilemorfinez se pone a discutir con su espalda sin parar; tienen que desalojarlo de la sala. Fiscal y Defensa presentan sus conclusiones).

Fiscal.- Creo que ha quedado demostrado que la acusada no sabe nada de lo que dice saber por sí sola, y ha invadido funciones que no le corresponden, con premeditación y usando de la mentira. Con ello ha impedido o retrasado el progreso de la Humanidad, estorbando el trabajo de la Ciencia, a la que debía servir. Pido que se le quiten todos los poderes que ha ido acumulando, que se le ordene no acercarse jamás a la Teología y que su hijo, Hilemorfinez, sea recluido en un sanatorio, donde reciba la atención necesaria.

Defensa.- Señoría, es evidente que los cargos que se le imputan a mi defendida son injustos y proceden de la soberbia de ciertos revolucionarios modernos, adoradores de la Ciencia, que no quieren reconocer a nadie por encima de ellos, aunque sea a su propia madre, la Razón. Pido que no sólo se la absuelva de los cargos, sino que se le reconozca oficial y definitivamente su lugar principal en nuestro Estado.

(La jueza se ausenta un momento, y vuelve para dictar sentencia:)

Fallo de la Jueza.- Oídas a las partes, fallamos lo siguiente: Encontramos a la acusada, culpable de haberse extralimitado en sus funciones para el Ministerio de Conocimiento. Ha quedado en evidencia que ella no posee ningún conocimiento concreto, sino que se limita a ser pura forma, que necesita la información de los sentidos. Es verdad que ella ha elaborado nuestra mejor herramienta de conocimiento, la matemática, pero lo ha hecho porque, sin confesarlo y hasta sin saberlo ella misma, conocía las características generales de nuestro campo de los sentidos, ya que la forma de la experiencia, que es el espacio y el tiempo, la ponemos nosotros a priori, no son características de las cosas en sí mismas, de las cuales no podemos saber nada. Es verdad que la Ciencia no estudia más que los fenómenos, pero para nosotros, seres limitados, no hay más conocimiento que ese.

En cuanto a los demás conceptos racionales, tales como Unidad, Sustancia, Causa y similares, de los que presume la Razón, ha quedado probado que sólo tienen utilidad si son usados por la señora Ciencia.
En lo sucesivo, pues, la Razón permanecerá alejada para siempre de la Teología, y se limitará a prestar sus servicios a la Ciencia, y, como mucho, presentarle ideas muy generales (ideales regulativos) por si le sirven de pista a la Ciencia para seguir investigando las leyes más generales posibles sobre el mundo.
Pero como sabemos que es inevitable que la Razón caiga nuevamente en su error, porque por naturaleza y bienintencionadamente ella siempre busca la mayor unidad posible, la condenamos únicamente a que relea esta sentencia cada mañana antes de desayunar.
En cuanto a su hijo el Metafísico, sugerimos que sea tratado médicamente, hasta eliminar su doble personalidad, y se le emplee luego como mensajero de conceptos muy generales entre la Razón y el departamento de Ciencias, permitiéndosele que conserve el noble nombre de metafísico.
La vista de los demás cargos se aplaza para mañana. Se levanta la sesión.

¿Estás de acuerdo con la sentencia? ¿La recurrirías? ¿Con qué argumentos?