-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

sábado, 14 de junio de 2014

Wittgenstein y el valor del silencio

La última frase del libro de Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, dice:
De lo que no se puede hablar, mejor es callarse
¡Qué cosa más sensata! ¿no?
Pero, ¿por qué le iba a interesar a nadie hablar de lo que no se puede? ¿Cuáles son, según Wittgenstein, esas cosas de las que no se puede hablar?
Pues, precisamente todas las que tienen valor, o sea, lo valioso mismo. No se puede hablar, según Wittgenstein, de si la vida es maravillosa o carece de sentido, de si el amor es lo más importante, de si parece un milagro que existan las cosas…

De lo único que se puede hablar con sentido, es de aquello de lo que habla la Ciencia. Pero la Ciencia no habla de nada que tenga en sí mismo valor, porque la Ciencia sólo habla de hechos, y los hechos no son buenos ni malos.
Wittgenstein pensaba que había que dejar esto totalmente claro. Una cosa son los hechos, y otra absolutamente distinta, los valores que damos a esos hechos, las cuestiones de qué sentido tiene todo el mundo:
Según le dijo a su editor, su libro consta de dos partes, la que está escrita y la que no está escrita, porque no puede decirse.
El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor.


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El Mundo es el conjunto de los hechos o sucesos. Las proposiciones del Lenguaje reflejan o figuran esos hechos, especialmente en la Ciencia, que es el uso correcto del Lenguaje. Todo lo que podemos decir, son hechos científicos.

El Lenguaje con el que figuramos los hechos del mundo tiene una Forma universal, que es la Lógica. No podemos entender una realidad que no se ajuste a la lógica: Los límites de la Lógica son los límites de mi mundo, o sea, la forma general de todos los hechos que puedan ocurrir. Por eso mismo, la Lógica no es un hecho, sino, como decía Kant de las categorías, la posibilidad de los hechos. Pero, entonces, la Lógica o Forma de la realidad, no puede decirse, sólo puede “mostrarse”, por medio del lenguaje. Tal como la vista no puede verse, sino manifestarse al ver.

Cuando valoro el Mundo, como un todo, cuando pregunto por el sentido de la realidad entera, voy más allá del mundo y de su forma lógica, de lo que puedo decir y de lo que puedo mostrar al decirlo. Me coloco en un lugar completamente “trascendente”, del que no puedo decir ni una palabra.

Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a si mismo; esto es lo místico.
Lo místico es todo lo que trata del valor de la realidad: le ética (qué es bueno y malo), la religión (qué es sagrado), la estética (qué es bello)…
No es lo místico como sea el mundo, sino que sea el mundo.

Creo que la mejor forma de describirla [la experiencia ética] es decir que cuando la tengo me asombro ante la existencia del mundo. Me siento entonces inclinado a usar frases tales como «Qué extraordinario que las cosas existan» o «Qué extraordinario que el mundo exista». Mencionaré a continuación otra experiencia que conozco y que a alguno de ustedes le resultará familiar: se trata de lo que podríamos llamar la vivencia de sentirse absolutamente seguro. Me refiero a aquel estado anímico en el que nos sentimos inclinados a decir: «Estoy seguro, pase lo que pase, nada puede dañarme».
Pues bien, ningún hecho tiene valor en sí mismo. El valor es algo “externo” o trascendente a los hechos. Por eso:

Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente ésta es la respuesta.

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Es verdad que continuamente hablamos de bueno y malo: esto es una buena silla… Pero esas frases tienen sentido porque en ellas ‘bueno’ tiene un valor relativo, no absoluto:
Supongamos que yo supiera jugar al tenis y uno de ustedes, al verme, dijera: «Juega usted bastante mal», y yo contestara: «Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero hacerlo mejor», todo lo que podría decir mi interlocutor sería: «Ah, entonces, de acuerdo». Pero supongamos que yo le contara a uno de ustedes una mentira escandalosa y él viniera y me dijera: «Se está usted comportando como un animal», y yo contestara: «Sé que mi conducta es mala, pero no quiero comportarme mejor», ¿podría decir: «Ah, entonces, de acuerdo»? Ciertamente no; afirmaría: «Bien, usted debería desear comportarse mejor». Aquí tienen un juicio de valor absoluto, mientras que el primer caso era un juicio relativo. En esencia, la diferencia parece obviamente ésta: cada juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos y, por tanto, puede expresarse de tal forma que pierda toda apariencia de juicio de valor.

Pero ¿qué podemos decir de algo que tuviese un valor absoluto? Nada de nada:
Permítanme explicarlo: supongan que uno de ustedes fuera una persona omnisciente y, por consiguiente, conociera los movimientos de todos los cuerpos animados o inanimados del mundo y conociera también los estados mentales de todos los seres que han vivido. Supongan además que este hombre escribiera su saber en un gran libro; tal libro contendría la descripción total del mundo. Lo que quiero decir es que este libro no incluiría nada que pudiéramos llamar juicio ético ni nada que pudiera implicar lógicamente tal juicio.
La ética es “sobrenatural” y, por eso, innombrable:
Si un hombre pudiera escribir un libro de ética que realmente fuera un libro de ética, este libro destruiría, como una explosión, todos los demás libros del mundo. Nuestras palabras, usadas tal como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces solamente de contener y transmitir significado y sentido, significado y sentido naturales. La ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella.

Pero, que la ciencia no pueda decir nada de eso, no le quita ningún valor. Al contrario.Igual que, según Kant, aunque la Metafísica no puede ser ciencia, es un empeño humano inevitable y que procede de su grandeza, Wittgenstein escribe:
Mi único propósito -y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia.
Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría. 
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Un positivista es un filósofo que cree que sólo lo que es científico tiene sentido, y de lo demás no debe hablarse, porque no puede decirse una palabra sensata. ¿Era Wittgenstein un positivista?
Los positivistas de esos años (la “escuela de Viena”) consideraron a Wittgenstein una especie de maestro, porque afirmaba rotundamente que sólo se puede hablar de lo científico. Ni de la religión, ni de la ética, ni de la estética, se podía decir una palabra verdadera o falsa.
Pero Wittgenstein era algo totalmente diferente. Los positivistas pensaban que podemos y debemos vivir sin acordarnos para nada de todo aquello que vaya más allá de la ciencia. Wittgenstein, al contrario, pensaba que sólo importa aquello que va más allá de la ciencia: sólo importa lo que no puede decirse. El espíritu positivista le parecía despreciable, insensible para todo lo que tiene misterio y valor.
Wittgenstein era un místico. Su teoría nos recuerda, por ejemplo, lo que dicen algunas religiones, como la judía (él era judío, aunque no “practicante” de los ritos), de que no se puede nombrar lo divino. Los judíos no pueden nombrar a Yahvé.



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Pero, si sólo se puede hablar de hechos, y no se puede hablar ni de la forma del mundo ni de lo que está más allá de todos los hechos, o sea, del valor de las cosas, ¿cómo es que Wittgenstein habla de todo eso? ¿Por qué no se limita a hablar de lo que tiene sentido, o sea, a la Ciencia? ¿Por qué se dedica a la Filosofía y a la ética?
Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe., pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido.)
Un filósofo le objetó a Wittgenstein que, si se dice que algo no tiene sentido, no se dice después que es “un sinsentido interesante”. De lo que no se puede hablar, hay que callar. Lo que no se puede decir, tampoco se puede silbar.

¿Qué crees? ¿No puede decirse nada de lo que tiene Valor Absoluto?
¿Crees que un positivista es una persona que no tiene nada dentro de la cabeza, o un místico es alguien que tiene la cabeza llena de pájaros y fantasmas? ¿Se puede y se debe vivir sin lo Místico? ¿Crees que nuestra época es positivista, o deja lugar a lo místico? ¿Cómo es una sociedad donde no hay sitio para lo místico y lo valioso?
(las citas de Wittgenstein proceden del Tractatus y de la Conferencia de ética)