-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

martes, 22 de diciembre de 2009

Palabras del Logos

Al principio era el Logos, y el Logos era junto a Dios, y el Logos era Dios. Él era al principio junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron. [Evangelio según San Juan, Prólogo. fragmento]


Viendo a la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
´

Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
(“Sermón de la Montaña”, fragmentos. Del evangelio de Mateo).


¿Hay aquí una filosofía? ¿Cuál dirías que hay?
Leyendo este texto ¿qué relación te sugiere que hay entre Fe y Razón, entre Religión y Filosofía?

sábado, 19 de diciembre de 2009

El síntoma del síndrome de Diógenes

Hablando de los “grandes” me había olvidado (¡como no!) de los pequeños.

Diógenes de Sinope, "el Cínico" (siglos IV – III a. c.), quiso vivir de manera natural, es decir, sin los artefactos artificiales y las artimañas arteras de la sociedad y la convención. Por eso su casa era una tinaja, y sus únicas propiedades, un manto, un zurrón, una garrota y un cuenco… hasta que vio a un niño que cogía el agua con las manos, y entonces Diógenes se deshizo de su cuenco: "Este niño me ha enseñado que tenía cosas que no necesito".

Se dice que andaba con una linterna, diciendo que buscaba un humano. Pero, claro, sólo encontraba políticos, profesores, abogados, trabajadores, amas de casa…

Un día se masturbaba en la plaza pública de Atenas, y algunos (gentecilla de bien) le reprendieron. Él contestó: -Ojala el hambre se quitase también sólo con frotarse la barriga.

Una vez Alejandro Magno fue a verle y le preguntó: -¿Puedo hacer algo por ti? Diógenes contestó: -Sí, que te quites, porque me tapas el sol.

No sé bien por qué extraños caminos se ha llegado a identificar su nombre con esa “enfermedad” (síndrome) de algunas personas que acumulan basura. Lo que demuestra esto para mí es que el verdadero síndrome de Diógenes lo padecemos los demás (incluido el santísimo Platón, que llamaba a Diógenes “Sócrates delirante”), porque sólo alguien que, como nosotros, esté con la mierda hasta el cuello es capaz de
-no darse cuenta de que los que acumulamos mierda somos los que tenemos mil cosas que no necesitamos y nos esclavizan

-confundir la libertad con la miseria y la riqueza con la higiene

(quien no se identifique con esta descripción, que no se sienta aludido)

Porque ¿Qué es la mierda?

(Os recomiendo esta canción, un poema del poeta y pensador español Agustín García Calvo, con música de Amancio Prada:

Libre te quiero



Pero no mía, ni de Dios ni de nadie, ni...

tuya siquiera

domingo, 13 de diciembre de 2009

Epicuro, el placer de no sufrir

Parece que fue una persona amable, tranquila, poco arrogante. Él y sus amigos charlaban de filosofía en un jardín, por eso se les conoce como la escuela del Jardín, el Jardín de Epicuro.
A las personas honestas y descreídas como él, las autoridades, sobre todo las religiosas, les han perseguido siempre, como una gran amenaza. Casi todas sus obras se perdieron (curiosamente, el mejor resto de sus palabras se encontró en el Vaticano). ‘Epicúreo’ era, para la Iglesia medieval (y, posiblemente también, para la actual), un insulto. Bajo acusación de epicúreo era uno quemado vivo. ¿Por qué son tan peligrosos los epicúreos?

Sobre la realidad

Epicuro es materialista. Sobre dioses e ideas inmateriales, dice Epicuro, no podemos saber nada. Así que, para nosotros, es como si no existiesen. La realidad es lo que puede comprobarse a partir de nuestras sensaciones. Dice:

“La investigación sobre la naturaleza no debe realizarse según axiomas y legislaciones vanas, sino de acuerdo con los hechos. Hemos de preferir el método de las múltiples explicaciones basadas en los fenómenos, y admitiendo las que guarden verosimilitud. Si se rehúsa algo que está de acuerdo con la experiencia, entonces es evidente que hemos abandonado los límites de la ciencia de la naturaleza y hemos caído en la mitología”. [Epicuro. Carta a Pitocles]

La mejor explicación física, cree Epicuro, es la de que todo está compuesto de átomos y vacío.

“El universo ha sido siempre tal como ahora es, y siempre será igual, puesto que nada hay en que pueda transformarse, ya que más allá del universo no existe nada.
Es así mismo verdad que el universo está compuesto de cuerpos y de vacío. De la existencia de los cuerpos nos da testimonio la sensación. Si no existiera vacío, y espacio, y sustancia intangible, los cuerpos no tendrían ni dónde existir ni por donde moverse. De los cuerpos, unos son compuestos, y los otros, los elementos a partir de los cuales los compuestos se han formado. Estos elementos son indivisibles e inmutables, ya que su naturaleza es compacta. Además las partes indivisibles tienen una cantidad inconcebible de formas distintas. De cada una de estas formas existe una cantidad de átomos absolutamente infinita, pero en cuanto a sus diferencias son sólo innumerables. Los átomos tienen un movimiento continuo siempre. Igualmente hemos de tener en cuenta que los átomos no retienen ninguna cualidad de los objetos sensibles excepto la forma, el peso y el tamaño. Además, es necesario que los átomos que se mueven en el vacío sin que nada les intercepten tengan velocidades iguales, porque los cuerpos pesados no se moverán más rápidamente que los pequeños y ligeros si encuentran un camino apropiado y sin obstáculos”.


Los que estudiáis ciencias ¿reconocéis aquí algunas teorías muy modernas?

Sobre la felicidad

Pero ¿puede un materialista, que no sabe nada de dioses ni de almas inmortales, llevar una vida plena y feliz? Claro que sí. La naturaleza nos ha dado una buena guía para la vida: el placer y el dolor (a esto, como sabéis, se le llama Hedonismo). Pero hay que buscar el placer con inteligencia, porque muchos placeres conllevan grandes dolores. Por eso es mejor limitarse a satisfacer los deseos necesarios y menos cargados de riesgos dolorosos. Al fin y al cabo, la mayoría de los placeres consisten en anular el dolor que provoca la necesidad. Así resulta que el hedonista inteligente, según Epicuro, buscará la tranquilidad y la falta de necesidades (¡qué coincidencia, como los estoicos!).

Mucha gente se representa a los epicúreos haciendo grandes orgías, hasta las cejas de vino, etc. La verdad es que se pasaban el rato charlando de filosofía.

“De los deseos, unos son necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que son necesarios, y otros tan solo naturales. De los necesarios unos son indispensables para conseguir la felicidad otros para el bienestar del cuerpo, otros para la propia vida. De modo que si los conocemos bien sabremos relacionar cada elección o cada negativa con la salud del cuerpo o con la tranquilidad del alma, para no sufrir ni sentir turbación. Tan pronto como lo alcanzamos, ya no le queda al alma nada que desear. Pues el placer lo necesitamos cuando su ausencia nos causa dolor, pero cuando no experimentamos dolor también necesitamos placer.
Por este motivo no elegimos todos los placeres, sino que, en ocasiones, renunciamos a muchos cuando de ellos se sigue un trastorno aún mayor. Y muchos dolores los consideramos preferibles a los placeres si obtenemos un mayor placer por su causa”.

La autarquía la tenemos por un gran bien, no porque debamos siempre conformarnos con poco sino para que, si no tenemos mucho, con esto poco nos baste, pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente la necesitan, y que todo lo que la naturaleza reclama es fácil de obtener, y difícil lo que representa un capricho.
Cuando decimos que el placer es la única finalidad no nos referimos a los placeres de los disolutos y crápulas, como afirman algunos, sino al hecho de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.
[Epicuro. Carta a Meneceo. Extractos.]

El miedo de los miedos
Una de las cosas que más preocupan y atemorizan a los humanos es la Muerte. Todos vamos a morir. ¿Puede la vida ser feliz con ese destino a cuestas, esa espada colgando sobre nosotros? Epicuro cree que sí, sin necesidad de inventarse el mito de la inmortalidad del alma, que no es más que un consuelo que nos creemos por puro miedo, sin argumentos. El remedio contra la muerte es no pensar en ella, porque así no existe:

“Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida, no porque le añada un tiempo indefinido sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad. Nada hay que cause temor en la vida para quien está convencido de que el no vivir no guarda tampoco nada temible. El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así pues la muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos.
Quevedo expresó a menudo eso de que no es más rico el que más tiene...

Mejor me sabe en un cantón la sopa,
Y el tinto con la mosca y la zurrapa,
Que al rico que se engulle todo el mapa,
Muchos años de vino en ancha copa.

Bendita fue de Dios la poca ropa,
Que no carga los hombros y los tapa;
Más quiero menos sastre que más capa:
Que hay ladrones de seda, no de estopa.

Llenar, no enriquecer, quiero la tripa;
Lo caro trueco a lo que bien me sepa:
Somos Píramo y Tisbe yo y mi pipa.

Más descansa quien mira que quien trepa;
Regüeldo yo cuando el dichoso hipa,
Él asido a Fortuna, yo a mi cepa.

¿s el placer la medida de lo bueno? ¿Es aceptable con tal de que esté garantizada la máxima tranquilidad y el máximo placer?
¿Te parece buena la solución de Epicuro al problema de la muerte?


sábado, 12 de diciembre de 2009

Tomarse las cosas con filosofía

Cuando la gente dice “se ha tomado las cosas con filosofía”, quiere decir (quizás sin saberlo) “con filosofía estoica”, o con estoicismo.

La Naturaleza, según los principales filósofos estoicos (Zenón de Citio, Crisipo, Séneca...), es un único ser animado por un espíritu único, al que llaman Fuego y Logos, y que todo lo gobierna. Nuestras mentes son parte de ese logos único o Alma del Mundo, y nuestros cuerpos, parte de la naturaleza única. Todo lo que ocurre, ocurre por necesidad.

Sabio es aquel que comprende que lo único que está en su poder es no desear lo imposible, no identificarse con lo que no es verdaderamente uno (o sea, el placer, el dinero, la política… todo o casi todo). Así, permanece en paz y no teme la muerte. A esto es a lo que llaman algunos, hacer de la necesidad virtud, ‘amor fati’ (amor al destino) en latín. Para el sabio, como decía Sócrates, toda maldad es ignorancia, y la virtud es su propia recompensa (el que hace el bien no espera ganar nada más que hacer el bien).


Entre los muchos filósofos estoicos, griegos y romanos, hubo un emperador romano (Marco Aurelio -el de la foto-), un “español” (el cordobés, Séneca) y un esclavo cojo, Epicteto. De este último os copio algunas frases, para que os hagáis más sabios:

De las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones, en una palabra, todas nuestras acciones. Las cosas que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra, en una palabra, todo lo que no es nuestra propia acción. Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Recuerda pues que, si crees libres a las cosas por naturaleza esclavas, y tuyas a las que dependen de otro, encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e increparas a Dios y a los hombres. En cambio si tienes por tuyo a lo que te pertenece, y, a lo ajeno como de otro, nunca, nadie, te forzará a hacer lo que no quieres ni te impedirá hacer lo que quieres. No increparás a nadie, ni acusarás a persona alguna; no harás ni la más pequeña cosa, que no desees; nadie, entonces, te hará mal alguno, y no tendrás enemigos, pues nada aceptarás que te sea perjudicial.

Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones que de ellas se hacen. Por ejemplo, la muerte no es algo terrible, pues, si lo fuera, a Sócrates le hubiera parecido terrible; por el contrario lo terrible es la opinión de que la muerte sea terrible.

No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas, sino deséalas tal como lleguen, y prosperarás siempre.

Nunca digas respecto a nada “Lo he perdido”, sino “Lo he devuelto”. ¿Ha muerto tu hijo? Lo has devuelto. ¿Ha muerto tu mujer? La has devuelto. ¿Te han robado la tierra? También esto has restituido. “Pero, aquel que la ha tomado es un malvado” ¿Y a ti, que te importan las manos por las cuales aquel que te la ha dado a querido retirártela? Mientras Él te la deje, úsala como algo que no te pertenece, como los turistas disfrutan los hoteles.

Si quieres que tus hijos y tu mujer y tus amigos vivan siempre, estás loco; pues quieres que las cosas que no dependen de ti, dependan, y que lo ajeno, sea tuyo. Si quieres no frustrar tus deseos, tú puedes: sólo desear lo que depende de ti. El único Amo es el deseo. El verdadero amo de cada uno de nosotros es aquel que tiene el poder de darnos o no, quitarnos o no, lo que deseamos o no. Todo hombre entonces, que quiere ser libre, no desea y no rechaza nada que dependa de otros, de lo contrario, necesariamente será esclavo.

Recuerda que debes conducirte en la vida como en un banquete. ¿Un plato ha llegado hasta ti? Extiende tu mano sin ambición, tómalo con modestia. ¿Se aleja? No lo retengas. ¿No ha llegado aún? No lances desde lejos tu deseo, sino que espera a que el plato esté a tu lado. Pórtate así con los amigos, con una mujer, con los cargos y las dignidades, con las riquezas, y serás digno de ser admitido en la mesa de los dioses.

Acuérdate que eres actor en una obra teatral, larga o corta, en que el autor ha querido hacerte entrar. Si él quiere que hagas el papel de un mendigo, es preciso que lo hagas tan bien como te sea posible.

Cuando alguien te maltrate o hable mal de ti, convéncete de que él se cree obligado a ello. No es entonces posible que él se ajuste a lo que a ti te parece. Si te sirves bien de esta regla, soportarás pacientemente a quienes de ti mal hable; pues a cada injuria, no dejarás de decir: “él cree tener razón”.

No te llames filósofo, ni hables bellas máximas ante los profanos; sino haz lo que tales máximas prescriben.

Actitud y manera de ser del no filósofo: Él no espera nunca de sí mismo su provecho o perjuicio, sino siempre de los otros.
Actitud y manera de ser del filósofo: Él no espera sino de sí mismo, tanto su provecho como su perjuicio.
Algunas señales del que progresa en el estudio de la sabiduría: a nadie censura, a nadie alaba, no se queja de nadie, y no acusa a nadie, no habla de sí como si él fuera o supiera algo.
Tiene hacia todas las cosas sólo movimientos amables y dulces. Si se le trata de simple e ignorante, no se apena. En una palabra, está siempre en guardia contra sí mismo como contra un hombre que le tiende continuamente trampas y que es su peor enemigo.

¿Qué te parece? ¿Esto de tomarse a bien las cosas como vienen, es la mayor sabiduría?

viernes, 11 de diciembre de 2009

La vida buena o la buena vida

¿Cómo llevar una vida buena?

Aristóteles (¡el muy griego, el muy ingenuo!) cree que la vida buena (la eudaimonía, que se suele traducir por ‘felicidad’, aunque significa, más bien, "vida buena" -que no "la buena vida", o placer) consiste en realizarse, en llevar al acto las potencialidades de uno. En nuestro caso, sobre todo, la razón. Leámosle:

Puesto que todo conocimiento y elección tiende a algún bien, digamos cual es aquel al que la política aspira. Casi todo el mundo está de acuerdo en cuanto a su nombre, pues tanto la multitud como los refinados dicen que es la Felicidad, y admiten que vivir y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero acerca de qué es la felicidad, dudan y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios. Pues los unos creen que es alguna de las cosas visibles y manifiestas, como el placer o la riqueza o los honores; pero algunos creen que, aparte de toda esta multitud de bienes, hay alguno que es bueno por sí mismo y que es la causa de que todos aquellos sean bienes.(...)
Del mismo modo que en el caso del flautista, del escultor, etc., parece que lo bueno y el bien están en la realización de la función propia, así parecerá también en el caso del hombre si hay una función que le es propia. ¿Y cual será esta? Porque el vivir parece común también a las plantas. La sensibilidad es común a todos los animales. Queda por último cierta vida activa propia del ente que tiene razón. Y si la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, y cada uno se realiza bien según la virtud adecuada, el bien humano es una actividad del alma conforme a razón.
[adaptado de Aristóteles, Ética a Nicómaco, I ]

En cambio, según muchos filósofos modernos, no tenemos nada parecido a una naturaleza propia (una esencia o forma sustancial), y aunque la tuviésemos, eso no tendría nada que ver con lo que es bueno o malo, porque no hay nada bueno o malo por naturaleza (en las ciencias naturales los conceptos de “finalidad”, “sentido de la vida”, “bueno” y “malo", carecen de… sentido), sino que los valores son totalmente subjetivos:

Según Nietzsche, por ejemplo, la moral es cosa de borregos; el superhombre inventa sus valores y hasta su realidad. En sí, nada tiene sentido. Le das el que quieres.
Según Sastre, la única obligación que tenemos por naturaleza es ser absolutamente libres, porque en nosotros, dice, “la existencia precede a la esencia”. O sea, que cada uno (en cada momento) decide qué quiere ser y qué es bueno.

Pero algunos (“fachas” y retrógrados, según los otros) están reaccionando contra estas ideas y diciendo que hay que volver, de alguna forma, a Aristóteles (y, en esto, también a Platón), o sea, que hay que aceptar que existen cosas buenas o malas objetivamente, aunque las ciencias naturales no pudiesen tratar de ellas.

Claro, porque, ¿quién tiene narices a decir que lo que hizo Hitler, llevar a la muerte a millones de personas (o lo que he hecho yo esta mañana, que le he dado un grito a un chiquillo) no es ni bueno ni malo en términos objetivos, sino según los valores que yo me invente? (A los nazis se les juzgó por crímenes contra la humanidad… ¿Quién dice lo que son crímenes? ¿Es que la vida, la dignidad, la libertad, son valores objetivos?).

Otros, buscando quizás una solución de compromiso, dicen que aunque no existen valores naturales y objetivos, las personas pactamos algunos, y debemos respetarlos. ¿Por qué? ¡Ah! ¡Sí!, porque vivimos en sociedad… (Esto si que es borreguismo ¿no?)

¿Qué te parece a ti?
-¿Existen valores objetivos, como cree Aristóteles (y la ética anterior a la "revolución moderna"?
¿De dónde salen y cómo llegamos a conocerlos? ¿Dependen de que cada uno tenemos una naturaleza propia, y hay cosas que nos son buenas o malas por naturaleza, como cree Aristóteles?
-¿O bien lo bueno y lo malo no tiene que ver con lo objetivo, sino con lo subjetivo, con lo que decidamos cada uno?

martes, 8 de diciembre de 2009

Naturaleza: cómo llegar a ser lo que eres

Diálogo entre Aristóteles (A) y un discípulo mecanicista (DM).

DM.- Maestro, he leído una y otra vez lo que escribes sobre la finalidad de las cosas, y no logro entenderlo.
A.- ¿Qué es, exactamente, lo que no entiendes?
DM.- Por qué crees que las cosas tienen finalidades, que van hacia algún sitio, como si estuviesen…
A.- ¿Destinadas?
DM.- Sí, eso, como predestinadas, por alguien.
A.- Entonces ¿cómo dices tú que ocurren? No creerás que suceden al azar, ¿no?
DM.- No, no lo creo, aunque… ¿por qué no?
A.- Hombre, sería mucha casualidad que pasen siempre lo mismo. Aparte de que creo que la pura casualidad no tiene sentido, porque si no hay unas leyes de las cosas ni siquiera se podrá hablar de ellas… Todo, todo casual… ¿te cabe en la cabeza?
DM.- Vale, acepto que no son casuales, pero ¿por qué pensar (como das a entender) que es el futuro el que causa lo que está ocurriendo ahora, y no al revés, como creen los más físicos? Porque tampoco me cabe en la cabeza que lo que no existe, como el futuro, opere sobre lo que está pasando.
A.- Escucha, y dime: ¿cómo “sabe” un cuerpo físico hacia dónde tiene que ir? Por ejemplo, uno de esos átomos que te gustan, ¿por qué sigue siempre determinado camino?
DM.- Porque hay unas leyes que relacionan un acontecimiento con otro, o sea, su estado pasado con el que vendrá luego, ¿no?
A.- Muy bien, así que el futuro está ya escrito, en esas leyes…
DM.- De acuerdo ¿y qué?
A.- ¿No aceptas entonces que el futuro ya existe de alguna manera?
DM.- ¿De qué manera?
A.- En esencia, porque es como es, al menos en parte (en la parte en que esté sometida a leyes).
DM.- En ese sentido, sí, en las leyes todo está ya escrito…
A.- Como mínimo, entonces, tanto derecho tienes para decir que el pasado determina al futuro como a la inversa ¿no te parece?
DM.- Puede ser.
A.- Pero ¿crees que el que las cosas se muevan, y lo hagan de manera no caótica, se explica desde el fenómeno pasado?
DM.- Claro.
A.- ¿Qué tiene el pasado para hacer eso? ¿Crees que, por ejemplo, de que se de la semilla se deduce que se tiene que dar luego (si ningún accidente externo lo impide) la planta y la flor?... ¿No me dices nada?
DM.- Es que todo lo que se puede decir es que ocurre así, y ya está.
A.- O sea, que es un milagro… Pero no es así. Desde el pasado no se puede explicar que el futuro esté determinado. Sabes que yo creo que el cambio consiste en que las cosas tienden a pasar de lo potencial a lo actual, cada una según la ley propia de su especie, como puede observarse en la naturaleza, sobre todo en la naturaleza viva, que siempre, salvo accidentalmente, tiende a realizar la forma de la especie de que se trate: por ejemplo, salvo por enfermedad o accidente externo, de un pez nace un pez. Pero también pasa eso entre los seres inertes, que siempre se mueven de acuerdo con su propia naturaleza. ¿No te convence eso?
DM.- Así ocurre.
A.- Y esa naturaleza o esencia, o forma sustancial, como la llamo, es la única explicación racional de que las cosas sucedan de una manera y no de otra, o sea, según leyes. Y esas formas, aunque se realizan sólo al final del proceso, ¿no tienen que estar rigiendo desde el principio? Quiero decir, por ejemplo, que la forma humana tiene que estar rigiendo ya el desarrollo del feto, aunque actualmente no tiene forma humana plenamente desarrollada… ¿Me explico?
DM.- Sí. ¿Entonces crees que todos los seres tienen algo así como voluntad?
A.- Si te refieres a que son conscientes de a dónde van, claro que no (aunque creo que el viejo Tales pensaba que sí). Pero eso no les impide tener finalidades inconscientes. Es otra cuestión si hay que pensar que las leyes por las que se rige todo el universo están en alguna mente perfecta, que las conoce y las quiere conscientemente, como yo creo.
DM.- Está bien, pero ahora me pregunto ¿para qué sirve todo eso, saber que cada cosa tiene una esencia y una finalidad? ¿No será mejor dedicarse a describir cómo sucede, cómo se conecta una cosa con otra?
A.- Bueno, yo creo que casi siempre sirve ¿no? Si sabes que determinado tipo de seres siguen regularmente cierto camino, podrás suponer qué camino tiene que seguir este ser que pertenece a esa especie. Pero vamos a suponer que no sirva para nada así. ¿Querrías saber sólo cómo ocurre el proceso, sin tener una teoría sobre la naturaleza, en general?
DM.- ¿Qué más queremos?
A.- Lo que está claro es que si dices eso no tienes un espíritu filosófico, y lo que te importa no es saber por saber, sino que sólo piensas en cómo sacarle algún partido a lo que sabes, como si tu pensamiento tuviera que ser esclavo de tus deseos. Porque, desde luego, si lo que te importase fuese conocer, entonces, saber cómo son las cosas sería para ti utilidad suficiente, ¿no?
DM.- Puede ser, maestro. Y ¿podrás repetirme otro día por qué dices que la medida de la verdad no es la utilidad?
A.- Cuando quieras. Aunque di más bien que la verdad sí tiene del todo que ver con la verdadera utilidad, no con esas utilidades que preocupan a los comerciantes.

“Las cosas naturales en general se producen, siempre o frecuentemente, como son, y los hechos fortuitos o casuales, no. No es por casualidad por lo que llueve en invierno o hace calor en verano. Si esas cosas no existen por casualidad será en vista a algún fin. Luego la finalidad se encuentra en los cambios. Según es una cosa así se produce por naturaleza, y según la naturaleza produce una cosa, así es, salvo impedimento. Si las cosas artificiales persiguen un fin, las de la naturaleza también, porque en ambos casos lo consiguiente y lo antecedente tienen entre sí la misma relación. Ello es visible especialmente para los animales distintos del hombre, pues no obran por arte, investigación o deliberación. Incluso en las plantas se producen las cosas útiles con vistas a un fin, como las hojas para abrigar al fruto. [Física, libro 2, Cáp. 8]”

¿Crees que las cosas tienen alguna finalidad o, más bien, que ocurren porque ocurren?
¿Qué relación crees que hay entre leyes naturales, azar y finalidad?

Videos acerca de Aristóteles

Dos pequeñas presentaciones del pensamiento de Aristóteles, la primera más breve y clara: