-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

martes, 30 de marzo de 2010

Dónde está la forma de las cosas. Entreacto Primero (Kant III)

El problema del conocimiento (científico)

Compara los siguiente tipos de juicios (que según Kant son todos -¡tantos!- los que hay):


A) “Hay una pelota en el armario”, “estoy casado”
B) “Una pelota siempre ocupa lugar”; “Ningún casado está soltero”
C) “La pelota es la forma de meter más volumen en menos superficie”; “Los casados son más felices que los soleteros”

¿Cómo puede saberse que un juicio de cada tipo es verdadero o falso?

-Para los del tipo A hay que esperar a que ocurran, son juicios a posteriori. Y al aprenderlos aprendemos algo que no sabíamos ni podíamos saber sin verlo (son Sintéticos.)
-Para los del tipo B no hace falta ninguna experiencia, son a priori; además, son verdaderos “por lógica” o, como se dice también, “por definición” (analíticos) Pero, según Kant, no nos dicen gran cosa, o, mejor dicho, no nos dicen nada nuevo, sino lo que “estaba ya contenido, aunque fuese de manera oculta, en el sujeto”.

-Pero ¿y los del tipo C? Estos tampoco hay que esperar a que ocurran, porque son leyes científicas (de la matemática, de la física, de la psicología…). Son, pues, a priori. Sin embargo, no podrían adivinarse (cree Kant) sólo con mirar o analizar el sujeto. Nos informan de algo nuevo, son sintéticos.

Podríamos decir que, según los Empiristas, todo nuestro comienzo sobre la realidad procede de los juicios de tipo A, de los sintéticos a posteriori.
Los del tipo B son sólo afirmaciones vacías (tautologías).
Los del tipo C no son otro tipo, no son más que generalizaciones inductivas de los del tipo A, o sea, de varias observaciones semejantes.

Un Racionalista, en cambio, es quien piensa que nuestro mejor o incluso único conocimiento es el del tipo B, que consiste en analizar el sujeto hasta encontrar allí todas sus propiedades. Los del tipo C serían simples deducciones a partir de los principales juicios del tipo B.

Kant, en desacuerdo con los dos, cree que los únicos juicios interesantes para la ciencia son los del tipo C, los sintéticos a priori, porque nos informan de características universales y necesarias de la realidad (dan leyes de la Naturaleza), y sin necesidad de experimentarla de forma concreta, sino a priori.

Pero ¿cómo puede ser que hagamos juicios así, que nos informen sobre el mundo antes de la experiencia?
Esta es la gran pregunta, y su respuesta es, cree Kant, muy original:

La solución

Sólo hay una explicación posible: ESAS CARACTERÍSTICAS A PRIORI ESTÁN EN NOSOTROS MISMOS, NO EN LAS PROPIAS COSAS,

porque
-si estuviesen en ellas (en las cosas), tendría razón el empirista: nada sabríamos con una certeza absoluta hasta que haya ocurrido.
Por tanto, tienen razón los racionalistas cuando dicen que no sacamos todo de la experiencia: parte de las cosas (todo lo universal, la forma de la realidad) la ponemos nosotros,

pero
-si estuviese todo en nosotros, como ideas innatas, ya lo sabríamos todo.
Se equivocan, pues, los racionalistas, creyendo que podemos prescindir de la experiencia, porque sin ella no sabemos nada: nuestras formas de ver la realidad no se ponen en funcionamiento hasta que no les llega una influencia de las Cosas en sí mismas.

Así que:
"si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no todo él procede de la experiencia"

Una "parte" o aspecto de todo conocimiento lo ponemos nosotros.

Y ¿Qué es lo que ponemos nosotros en nuestro conocimiento?
Muy fácil: todo lo que sabemos con total seguridad. Según Kant esto afecta a los dos lados o aspectos de nuestro conocimiento, la sensibilidad y el entendimiento.

Nuestra forma de ver y entender las cosas

La sensibilidad.

La sensibilidad (o "intuición") es la parte de nosotros que está más cerca de las Cosas en sí. Pero ya las "manipula" al recibirlas.
Percibimos todas las cosas en el espacio y en el tiempo. ¿Dónde está el espacio, cuándo está el tiempo? ¿Son el espacio y el tiempo características de las cosas en sí mismas? Eso hemos creído siempre (bueno, Platón no lo creyó). Pero, según Kant, eso no puede ser, porque sabemos a priori qué características tienen el tiempo y el espacio.
Las ciencias que estudian esas cosas son las dos ramas de la Matemática, la Aritmética (que estudia el tiempo, la sucesión) y la Geometría (el espacio), y nadie duda de que 2+2 = 4 siempre y en todas partes. ¿Cómo podemos saberlo? Porque va con nosotros, es nuestro “programa” de recepción de datos (por usar una metáfora informática).


El entendimiento

No sólo de la experiencia vive el conocimiento, hacen falta conceptos para entenderla:
INTUICIONES SIN CONCEPTOS, SON CIEGAS; CONCEPTOS SIN INTUICIONES, ESTÁN VACÍOS.

Hay una serie de conceptos muy generales (doce, según Kant), llamadas CATEGORÍAS, que son la forma de nuestro intelecto, algo así como nuestro programa básico.
Son conceptos tales como Unidad, Pluralidad, Realidad, Negación, Causa y Efecto, Sustancia, Existencia, Necesidad, Posibilidad…, sin los cuales no podríamos pensar nada. Tampoco ellos son características de las Cosas en sí mismas, sino de nuestra única manera posible de comprenderlas. Por eso sabemos que “todo efecto tendrá una causa”, o que “todas las propiedades se dan en alguna sustancia”, por ejemplo.




Las cosas en sí y las cosas según las "vemos"

Todo lo anterior quiere decir, insistamos, que nosotros NO CONOCEMOS A NINGUNA COSA COMO ES EN SÍ MISMA (noúmeno, lo llama Kant, o sea, “sólo pensable”), SINO SEGÚN NUESTRA FORMA A PRIORI DE ENTENDER (las conocemos como fenómenos, manifestaciones). Las cosas no son en sí espaciales, ni temporales; no son en sí unas ni múltiples, sustancias ni accidentes, causas ni efectos... No podemos saber nada de cómo son, sino sólo de cómo las pensamos nosotros.

Eso sí: sabemos que existen, porque algo tiene que venir de fuera y poner en marcha nuestro aparato del conocimiento (tal como un ordenador no procesa datos según su programa si no le llega una influencia externa).

Todo esto no significa que nuestro conocimiento sea “subjetivo” en el sentido de que tú puedes verlas de una forma y yo de otra (lo que llevaría al relativismo y acabaría con la ciencia), porque la Forma del Sujeto (la sensibilidad espacio-temporal y el entendimiento de las categorías) son las mismas en todo sujeto racional humano.

Kant llama a su teoría IDEALISMO TRASCENDENTAL: concebimos las cosas de acuerdo con la forma en que estamos hechos para concebirlas, no como son en sí. Y lo compara con un "giro copernicano", es decir, un cambio de referencia que nos ayuda a explicar lo que no podíamos entender poniendo el punto de referencia en las cosas mismas.

¿Soluciona esto el problema del Conocimiento Científico, es decir, el que nos creamos en posesión de verdades universales y necesarias acerca de la Naturaleza? ¿Qué podría replicar un Empirista? ¿Y un racionalista?

sábado, 27 de marzo de 2010

Juicio a la razón, primera parte (Kant II)

Hay cierta expectación a las puertas del juzgado. Hoy comienza el juicio contra un personaje muy respetado e ilustre, en quien muchos habían depositado una gran confianza, y algunos, incluso, todos sus ahorros espirituales. Se llama Razón Humana.

El fiscal presenta cargos graves contra ella: en pocas palabras, la acusa de haber invadido funciones que no le corresponden, y haber ejercido de monarca absoluta, imponiendo su autoridad sobre la Ciencia y la Moral. El juicio se celebra en la sede de los Juzgados Trascendentales, en la pequeña ciudad de Köninsberg.
La jueza, a la que no se puede ver la cara porque está en penumbra, lee los cargos que se presentan contra la acusada:

-Señora Doña Razón Humana, funcionaria consejera principal del Estado, se le acusa de haberse extralimitado en sus funciones y haber ejercido una influencia despótica e injustificada sobre los otros funcionarios, tanto en el Ministerio del Conocimiento como en el Ministerio de Decisiones, Deseos y Buenas Obras. Dividiremos este juicio en dos sesiones: trataremos primero de sus presuntos delitos en el Ministerio del Conocimiento. ¿Tiene la acusada algo que declarar al respecto?
Razón.- Toda mi vida llevo trabajando por el ser humano, intentando iluminarle y hacerle libre de la ignorancia, su peor enemigo. Yo he buscado el sentido de su vida y de sus actos. Eso es todo lo que tengo que decir.
Jueza.- Pueden interrogarla el fiscal y la defensa.

(la Razón y la Ciencia)

Fiscal.- Señora razón, ¿no es cierto que usted afirma que conoce la auténtica realidad de las cosas, y muestra a menudo desprecio por lo que hace la señora Ciencia, de la cual usted debía ser consejera?
Razón.- La ciencia sin mí no es nada, es más: no es nada, aparte de mí. Yo se lo doy todo.
Fiscal.- Y ¿cómo explica usted que, mientras ha durado su despótico dominio, no hayamos avanzado ni un palmo, y que ni su propio hijo, la Metafísica, el que dio a luz siendo usted aún virgen, no se ponga de acuerdo ni consigo mismo? ¿Y, en cambio, desde que la Ciencia se ha decidido a sacudirse su yugo, hemos hecho más progresos que en toda la historia?
Razón.- Los temas que yo trato a solas son muy difíciles y principales; la ciencia sólo avanza en cosas minúsculas, relacionadas con la tecnología.

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a doña Ciencia.
Jueza.- Que entre doña Ciencia.

(Entra y jura decir la verdad)

Fiscal.- Señora Ciencia, ¿puede decirnos a qué se dedica?
Ciencia.- Intento conocer la Naturaleza, o sea, cómo funcionan las cosas.
Fiscal.- ¿Qué ayuda podría y debería prestarle la acusada, la Razón, en su importante labor?
Ciencia.- Bueno, ella está encargada de acompañar a los Sentidos y presentarle hipótesis generales, formas de organizar lo que aprendemos.
Fiscal.- ¿Ha estorbado alguna vez la señora Razón su trabajo?
Ciencia.- Lo cierto es que a veces se pone a hacer afirmaciones gratuitas, pretendiendo decirme cómo son las cosas sin atenerse a los datos ni probarlo experimentalmente. Normalmente lo único que hace cuando se pone en ese plan es distraerme, pero a veces, cuando se junta con la directora de la Asociación de Esperanzas Infinitas, me refiero a doña Teología, llegan a intentar impedirme mi trabajo. Dicen que yo ataco todo lo que nuestros antepasados nos habían mandado creer.
Fiscal.- Muchas gracias.

(Se sienta. Interroga la Defensa de la Razón)

Defensa.- ¿No es cierto, señora Ciencia, que lo que usted llama "conocer el mundo" se limita a observar las apariencias, y medirlas y pesarlas?
Ciencia.- Observo lo que veo, claro.
Defensa.- Lo que ve con sus ojos, ¿verdad? Y ¿no es verdad que usted no es siquiera capaz de distinguir si lo que ve es una ilusión o la verdad?
Ciencia.- ¡Eso me dice a veces la Razón! Pero ¿¡qué sé yo de eso!? Distinguir sueño de realidad lo sabe hacer cualquiera. Yo, por lo menos, digo que acerca de si las cosas son o no como podamos verlas, no tengo nada que decir. Sólo quiero que no se metan en mi trabajo.
Defensa.- ¿No es verdad, doña Ciencia, que la razón va, ella sola, descubriendo la matemática, y que sin ella usted no podría dar un paso?
Ciencia.- Ahí sí me es de gran utilidad la acusada. Para mí la matemática es, por decirlo así, mi lenguaje. O, mejor aún, las reglas de mi lenguaje. Pero el contenido de las palabras tengo que sacarlo del mundo mismo, no de la Razón. Eso es lo que ella se empeña en no reconocer.
Defensa.- Y ¿qué tiene usted que decirnos sobre el sentido de la vida humana, sobre nuestro destino y todo eso?
Ciencia.- Nada de nada. Yo sólo hablo de lo que sé.
Defensa.- Y ¿por qué niega usted que la Razón nos pueda decir algo al respecto?
Ciencia.- Creo que me está usted confundiendo con el fiscal: yo no digo que ella no tenga nada que decir, lo que digo es que ella no es Ciencia, no se atiene a lo comprobable. Sólo pido que respete mi trabajo.
Defensa.- Muchas gracias.

(La Metafísica: dialéctica de la razón)

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a don Hilemorfinez el Metafísico, el hijo de doña Razón Pura, porque lo tuvo siendo ella aún virgen.

(Entra en la sala el Metafísico, un personaje estrafalario que lleva una cara de frente y otra en la nuca, como si fuesen dos hermanos siameses pegados por la espalda. Jura decir la verdad).

Fiscal.- ¿A qué se dedica usted?
Hilemorfinez de frente.- Soy metafísico, de nacimiento. Me dedico a investigar lo más importante, lo que no puede verse con los ojos, sino sólo con la mente pura.
Fiscal.- ¿De dónde saca usted todo su presunto conocimiento?
Hilemorfinez.- Lo heredé de mi madre. Si tengo alguna duda, le pregunto a ella, que guarda todos los recuerdos en el cajón de la cómoda.
La espalda de Hilemorfez.- ¡Tú no sabes nada de nada! ¡Eres un ignorante engreido!
Hilemorfinez.- No le hagan caso, es mi espalda, una maldita sombra que se llama Materialismo, una tara de nacimiento. ¡Señor, qué habré hecho para merecer esto!

Fiscal.- Señora jueza, quiero demostrarle que todo lo que dice este hombre son puras ilusiones, y que ni él se pone de acuerdo consigo mismo.
Jueza.- Proceda.
Fiscal.- Veamos: Usted afirma que los humanos somos almas inmortales, seres inmateriales, ¿no es así?
Hilemorfinez.- Lo afirmo rotundamente. Si pienso, existo. Y como puedo separar la idea de pensamiento de la de cuerpo, sé que el pensamiento es algo independiente. Además es inmortal, puesto que sabe cosas eternas, como los números.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Qué estupidez! Tú no has visto nunca un alma, ni la verás. Lo único que sabes es que piensas, pero eso lo hace tu cerebro. Estás más vacío que mis bolsillos.

Fiscal.- Veamos otro ejemplo: ¿dice usted que somos libres en nuestros actos?
Hilemorfinez.- Por supuesto (si no ¿cómo podríamos ser juzgados y culpados?). Tiene que haber una causa libre, no todo puede estar determinado, porque así iríamos al infinito…
Hilemorfinez-espalda.- ¡Tonterías! No hay nada libre: todo está hecho de átomos, incluido tu cerebro, y los átomos se mueven según leyes que nadie puede cambiar. Hasta si fuese cierto que pasan cosas por azar, eso no sería nada parecido a la libertad.

Fiscal.- Última prueba, señoría: Afirma usted, Hilemorfinez, que existe una Persona Infinitamente Perfecta y Todopoderosa…
Hilemorfinez.- Por supuesto: su existencia se deduce de su esencia, o sea de la idea de Perfección.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Lo que se deduce es la inexistencia de tu cerebro! ¿Cómo vas a sacar una cosa de sólo una idea? Decir que algo existe no es decir nada, si no dices dónde está y cómo comprobarlo (Se ponen a discutir sin parar).
Fiscal.- No tengo más preguntas. Creo, señoría, que es evidente que no hay cosa en la que éste, el niño mimado de la acusada, esté de acuerdo consigo mismo. Lleva así desde que nació, y no hay visos de que vaya a mejorar. Sinceramente, señoría, creo que necesita atención médica. Y su estado es fruto de la procreación virginal de la acusada, que quiso tener hijos sin comercio carnal.

Jueza.- Tiene la palabra la defensa.

Defensa.- Señor Hilemorfinez, ¿a qué atribuye usted esas desavenencias entre su rostro y su espalda?
Hilemorfinez.- A que mi tarea es muy difícil, y este engendro que me cuelga de nacimiento, el Materialismo, es difícil de reducir. Pero estoy tomando medicaciones que ha elaborado mi madre, muy potentes en racionalina y analiticoides, y creo que pronto estaré bien.
La espalda de Hilemorfinez.- ¡Ni te creas que te vas a deshacer de mí, loco! ¡Algún día serás tú el que esté en el museo de momias!

(Hilemorfinez se pone a discutir con su espalda sin parar; tienen que desalojarlo de la sala. Fiscal y Defensa presentan sus conclusiones).

Fiscal.- Creo que ha quedado demostrado que la acusada no sabe nada de lo que dice saber por sí sola, y ha invadido funciones que no le corresponden, con premeditación y usando de la mentira. Con ello ha impedido o retrasado el progreso de la Humanidad, estorbando el trabajo de la Ciencia, a la que debía servir. Pido que se le quiten todos los poderes que ha ido acumulando, que se le ordene no acercarse jamás a la Teología y que su hijo, Hilemorfinez, sea recluido en un sanatorio, donde reciba la atención necesaria.

Defensa.- Señoría, es evidente que los cargos que se le imputan a mi defendida son injustos y proceden de la soberbia de ciertos revolucionarios modernos, adoradores de la Ciencia, que no quieren reconocer a nadie por encima de ellos, aunque sea a su propia madre, la Razón. Pido que no sólo se la absuelva de los cargos, sino que se le reconozca oficial y definitivamente su lugar principal en nuestro Estado.

(La jueza se ausenta un momento, y vuelve para dictar sentencia:)

Fallo de la Jueza.- Oídas a las partes, fallamos lo siguiente: Encontramos a la acusada, culpable de haberse extralimitado en sus funciones para el Ministerio de Conocimiento. Ha quedado en evidencia que ella no posee ningún conocimiento concreto, sino que se limita a ser pura forma, que necesita la información de los sentidos. Es verdad que ella ha elaborado nuestra mejor herramienta de conocimiento, la matemática, pero lo ha hecho porque, sin confesarlo y hasta sin saberlo ella misma, conocía las características generales de nuestro campo de los sentidos, ya que la forma de la experiencia, que es el espacio y el tiempo, la ponemos nosotros a priori, no son características de las cosas en sí mismas, de las cuales no podemos saber nada. Es verdad que la Ciencia no estudia más que los fenómenos, pero para nosotros, seres limitados, no hay más conocimiento que ese.

En cuanto a los demás conceptos racionales, tales como Unidad, Sustancia, Causa y similares, de los que presume la Razón, ha quedado probado que sólo tienen utilidad si son usados por la señora Ciencia.
En lo sucesivo, pues, la Razón permanecerá alejada para siempre de la Teología, y se limitará a prestar sus servicios a la Ciencia, y, como mucho, presentarle ideas muy generales (ideales regulativos) por si le sirven de pista a la Ciencia para seguir investigando las leyes más generales posibles sobre el mundo.
Pero como sabemos que es inevitable que la Razón caiga nuevamente en su error, porque por naturaleza y bienintencionadamente ella siempre busca la mayor unidad posible, la condenamos únicamente a que relea esta sentencia cada mañana antes de desayunar.
En cuanto a su hijo el Metafísico, sugerimos que sea tratado médicamente, hasta eliminar su doble personalidad, y se le emplee luego como mensajero de conceptos muy generales entre la Razón y el departamento de Ciencias, permitiéndosele que conserve el noble nombre de metafísico.
La vista de los demás cargos se aplaza para mañana. Se levanta la sesión.

¿Estás de acuerdo con la sentencia? ¿La recurrirías? ¿Con qué argumentos?

miércoles, 24 de marzo de 2010

Dudas razonables puras (Kant I)

(Diálogo, en el patio de la escuela)


Manolito.- ¡Qué bien que somos seres racionales! ¿verdad, David?

David.- ¿Tú crees?

Manolito.- ¡Claro! ¿No has oído a nuestro maestro Renato? Gracias a nuestra razón podemos saberlo todo.

David.- Y ¿qué es lo que sabes tú, con tus entendederas alemanas?

Manolito.- Sé que el mundo está bien hecho, y yo, mejor todavía.

David.- Nadie lo diría, viéndote. ¡Todavía yo, que estoy de buen año…!

Manolito.- No seas tonto y materialista, quiero decir que soy (y tú también) un espíritu racional e inmortal, (¡y también libre, por supuesto!).

David.- Yo lo que creo es que eres un iluso, y el maestro Renato de los Naipes, más todavía. ¿Has visto tú tu alma? ¿La has pesado y medido?

Manolito.- ¡Necio!, la he visto con la inteligencia, o sea, con ella misma.

David.- ¿Así que la inteligencia tiene ojos? Pues yo lo único que he visto con la inteligencia es que las flores florecen en primavera y mueren un poco después. Y no soy capaz, por más que lo intento, de ver más allá de lo que pasa aquí y ahora, en el mundo.

Manolito.- No, David, no, no te hagas el tonto, también sabes que dos y dos son cuatro, y eso no muere.

David.- ¡Como los buenos rockeros..! Claro que no mueren los números, como que no nacen. Es que cuatro significa lo mismo que dos más dos, o sea, que no me estás diciendo nada nuevo, no me estás hablando de nada, como no sea de nuestra forma de relacionar ideas, o de nuestro lenguaje… Son conceptos vacíos. Pero si quieres tener dos peras, necesitas ya meter las manos en las pobres cosas materiales.

Manolito.- Eso no me parece bien… aunque tendré que pensarlo. Pero ¡también sabes que tú existes, porque estás pensando!

David.- ¡Entonces ten cuidado, a ver si tú no vas a estar existiendo ahora, porque como estás pensando en sueños, o sea, en nada…! Ahora en serio, mira: sé que existo ahora, porque estoy notando que hablo contigo, pero ni sé si seguiré existiendo dentro de un rato (espero que sí) ni, si te digo la verdad, sé qué soy yo, como no sea una colección de todas mis sensaciones e ideas a lo largo del tiempo, que las junto como en una hebra.

Manolito.- ¿¡Entonces tú no crees que tienes un alma inmortal, ni que Dios es perfecto!?

David.- Yo creo que nadie sabe nada de eso, pero se hace la ilusión de que lo sabe. ¿No ves cómo todo el mundo está de acuerdo en que ahí hay una flor, pero no en si existe el alma o Dios? ¿Sabes por qué?

Manolito.- ¿Por qué?

David.- Porque la flor puede verla cualquiera que esté aquí y se haya traído los ojos de casa, pero el alma no la vas a ver ni con el microscopio nuevo de la señorita Obregón –la de biología-.

(suena el timbre del final del recreo)

Manolito (visiblemente conmocionado).- Me voy. Voy a pensarlo un rato y te diré lo que tienes que oír.

David.- Aquí te espero (¡espero!).

(Once años estuvo Manolito encerrado en su cuarto, pensando en el pensamiento).


Según confiesa el propio Inmanuel Kant, fue la lectura de David Hume lo que, ya con más de cuarenta años, le sacó de su “sueño dogmático”, y le hizo dudar de su racionalismo, que había aprendido del alemán Cristian Wolff, discípulo del alemán-que-a-veces-escribía-en-francés Leibniz, remoto seguidor del francés René Descartes.

¿Qué pudo pensar Manuel Kant a solas consigo mismo?

domingo, 14 de marzo de 2010

Las sombras de las luces

Para contrarrestar un poco el optimismo algo ingenuo de la entrada anterior, hemos querido entrevistar a algunos críticos de la Ilustración. ¿Cómo valora usted la Ilustración?, les hemos preguntado.

I.I (izquierdista impenitente) nos ha contestado: ¡Bueno! No digo que no fuera un avance cortarle la cabeza a los amos antiguos, pero lo que ha pasado es que han venido unos amos nuevos, los burgueses, los capitalistas, los dueños de las empresas y el dinero. Mire usted cómo vive mucha gente, en chavolas, en pisos-patera.., las grandes desigualdades que sigue habiendo en nombre de la Libertad, ¡de la libertad de los ricos, claro! Pero sin igualdad no hay Justicia ni felicidad.
-¿Cree usted que en los estados en que ha habido gobiernos socialistas la gente ha vivido de forma más justa y feliz?
-¡Bueno! ¡Es que el socialismo real no se ha dado todavía! ¡Es una utopía, camarada! ¡Pero algún día llegará! (esta última frase la pronuncia en voz casi imperceptible)
-¡Muchas gracias!
-A usted –I.I se vuelve a poner los cascos de su mp4 y se marcha.

L.R. (lider religioso) nos dijo: -Verá usted, la Ilustración… hay que volverla a considerar. ¿Qué ha traído realmente? Con su ateísmo y su mecanicismo científico, le ha quitado todo su valor sagrado a la vida, a la persona. Ha supuesto una total pérdida de valores eternos, en nombre de una libertad vacía. ¡Mire usted lo que pasó en la segunda guerra mundial, donde el hombre era reducido a simple carne!
-¿Quiere usted decir que en los países donde aún no conocen la Ilustración (como Irán, Arabia Saudí y similares), o en la Europa anterior a la revolución (la de la nobleza y el clero), o en la España de hasta hace sólo treinta años (la de los señoritos y curas) la persona era más respetada y valiosa?
-¡Bueno! ¡Es que la carne es débil! ¡La religión es muy difícil de poner en práctica!
-¡Ah! ¡Ya! Muchas gracias.
-De nada –el lider religioso, con sus atuendos brillantes, sigue su paso digno, saludando a algunos que se inclinan al cruzarse con él.

N. (Nietzsche) nos contesta:
-¡La Ilustración! ¡Qué gente más ingenua (el pobre Kant y compañía)! La Ilustración no fue más que un cambio de modales del rebaño. Ahora se llama democracia y socialismo a lo que antes se llamaba comunidad de los fieles…
-¿Quiere usted decir que deberíamos vivir como Cesar Borgia, asesinando al que se cruce en nuestro camino hacia el poder?
-¡No me vulgarice, amigo!
-¿Qué propone usted entonces, con eso del superhombre y la voluntad de voluntad, con eso de vivir el ahora?
-¡No podrías entenderlo! (No lo entiendo ni yo…)
-Adiós, señor.
-Adiós-ha-muerto -se va, entusiasmado de aburrimiento.

¿Qué opina usted de la Ilustración?

sábado, 13 de marzo de 2010

A una luz natural, o de como perder la cabeza siendo ilustre pero no ilustrado

El siglo XVIII (el siglo en que vivió Kant) fue el “Siglo de las Luces”, el de la Ilustración.
Algunos dicen que todavía vivimos de lo que se ganó en esa época. Otros creen que lo que se ganó entonces, se está perdiendo y tenemos que cuidarlo; y otros, incluso, piensan que no se ganó tanto como se dice, y se perdieron otras cosas…

¿Qué es la Ilustración?

Kant contestó a esa pregunta, definiéndola como “el abandono del hombre de su auto-culpable minoría de edad”.
Hasta entonces, el hombre no se había atrevido a pensar por sí mismo (¡es tan cómodo que piensen y decidan por ti!). Qué era verdadero y qué era bueno lo decían los Padres: los Padres del pueblo, o sea, los Nobles, y sobre todo los Padres espirituales, y sobre todo el Padre de todos ellos -el Papa, que vivía cerca de Roma-, y que hablaba en nombre del Padre de todos los padres, y vive en las alturas insondables).

En el siglo de las Luces el hombre, por fin, parece decidido a rechazar toda autoridad externa y a guiarse sólo de su razón, que es la “luz natural”. Con ella pretende descubrir:

-Cómo es realmente el mundo. Eso nos lo dirá la ciencia, basada en los hechos y con el potente lenguaje de las matemáticas. Hay que dejar a un lado toda supuesta verdad revelada, y toda especulación filosófica que no se apoye en los hechos naturales. El conocimiento de la Naturaleza nos llevará a dominarla completamente, de manera que podamos vivir en ella como en un paraíso (terrenal), y seamos felices (comiendo perdices).
En Francia, un grupo de sabios (entre ellos D’Alambert, Diderot o Voltaire) elaboraron una Enciclopedia que contenía todo el saber humano hasta la fecha.

-En lo político, los intelectuales de la Ilustración proclaman la Libertad, igualdad y hermandad de todos los Hombres (eso sí, todavía no las mujeres –el mismo Kant las consideraba ineptas para la política-). Todos los hombres nacen, por naturaleza, libres e iguales en derechos.
El origen de las desigualdades está (según Rousseau) en la propiedad, que hizo a unos nobles y a otros siervos, y creó las leyes del estado y la pérdida de la libertad natural del individuo. Esto ya no tiene vuelta atrás, no se puede regresar al estado del “buen salvaje”, en que los hombres vivían libres y en armonía con la naturaleza. Pero hay que organizar el Estado de acuerdo con la idea de la Igualdad y Libertad de cada hombre. La soberanía (la capacidad de crear leyes civiles) no viene del cielo, como decían los teólogos de la nobleza, sino del Pacto entre hombres libres, del Pueblo. Con estas ideas, en Francia se llevó a cabo la gran Revolución.
En ese ataque de rebelión contra la autoridad de la nobleza, los impetuosos parisinos le cortan la cabeza a la nobleza. (Quizás no haya que seguir ese ejemplo siempre, y no sea necesario que le cortéis la cabeza a vuestro padre, por muy autoritario que sea con vosotros…)

Todo eso es la Ilustración.

¿Crees que esto fue un gran avance para la humanidad? ¿Por qué?
¿Hasta dónde han llegado la Libertad y la Igualdad?
¿Crees que esto está hoy amenazado? ¿Están en peligro la Libertad y la Igualdad? ¿Qué cosas lo ponen en peligro?

También me gustaría plantearos la siguiente cuestión: Un filósofo muy antiguo, Platón (y con él, muchos otros filósofos griegos), también fue un creyente en el poder de la Razón, y pe´nsó una utopía racionalista. ¿Quién puede decirme cuáles son las GRANDES DIFERENCIAS entre el proyecto ilustrado moderno y la utopía platónica?

martes, 9 de marzo de 2010

La mayor humeillación de la Razón: la esclavitud a las pasiones. Hume II

Ya hemos visto cómo, según Hume, nuestro conocimiento es lo más pasivo que puede: recibe impresiones y las asocia –por un misterioso procedimiento llamado imaginación-.

¿Somos más activos cuando queremos algo? ¿Cómo funciona el asunto de lo Bueno y lo Malo? ¿Qué queremos decir cuando decimos, por ejemplo, que “matar es malo”?

Algunos filósofos creen que la Razón nos dice que algunas cosas son buenas por sí mismas (por naturaleza), y otras, malas. Matar es malo porque por naturaleza es buena la vida, como puede darse cuenta cualquier ser racional…
Pero Hume cree, al contrario, que la Razón no puede hacer nada parecido. La Razón no tiene ninguna fuerza para movernos a actuar. Lo único que puede movernos a actuar es un Sentimiento (una “pasión”, en el lenguaje de la antigua psicología).

¿Qué pinta entonces el conocimiento en el asunto de lo Bueno y lo Malo?
El conocimiento sólo puede hacer dos cosas, en estos asuntos:
-Por medio de la sensación podemos conocer hechos como “esto me gusta” o “esto me disgusta”. Por ejemplo, “me desagrada ver cómo matan a alguien”, “me agrada ver alegres a los demás”. Esto son Sentimientos (pasiones).
-Y la razón sólo puede relacionar ideas. Por ejemplo, puede decir, “esto es igual que esto”, “esto es diferente de aquello”, “si esto, entonces lo otro”.
Pero la razón nunca puede decir “esto DEBE desearse”, “esto DEBE hacerse”.
No hay una relación lógica entre “esto me gusta” y “esto es objetivamente bueno y DEBE hacerse”

(A esta teoría de que no se puede pasar de un ES a un DEBE SER –que para muchos es una verdad indudable y el principal descubrimiento de Hume-, se le llama la Guillotina de Hume (recordemos la Navaja de Occam. ¿Por qué a los empiristas les gustan tanto las armas blancas? Porque les gusta eliminar todo lo que sobra)

Veamos ejemplos de esa falacia:
-“Los animales buscan siempre la supervivencia, así que, como eres un animal, debes buscar la supervivencia” Ese ‘debe’, no se deduce.
-“Los seres humanos son seres racionales, así que deben ser tratados con respeto”. Lo mismo.

Entonces ¿cuándo puedes usar un DEBES? Sólo en casos como:
“Si quieres sobrevivir, debes alimentarte” O sea, se trata de relaciones lógicas, no morales. Moralmente no DEBES querer más que lo que DE HECHO ES lo que quieres.

Lo bueno o malo es, pues, cuestión de sentimientos. ¿Esto quiere decir que la razón no tenga ningún papel aquí? ¡No! La razón, aunque no puede decirnos cuáles son nuestros fines (lo que queremos obtener, lo que nos satisface) sí puede decirnos cómo conseguir por los mejores medios eso que deseamos, y nos puede decir si son “razonables” nuestros deseos (es decir, si es sensato aspirar a ellos).

Esto significa, ni más ni menos, que la moral no tiene una base natural y objetiva, ni una base racional.:
“La razón es, y no puede aspirar a ser más que la esclava de las pasiones”.
“No es irracional preferir que se destruya el mundo entero antes de que yo sufra el menor daño en mi dedo meñique”.

Los filósofos han creído que era la razón la que proporcionaba la moral porque algunas de nuestras pasiones son muy serenas (como la amistad), y las confundimos con razones. Pero no lo son.

La Justicia es también un invento humano, no una virtud “natural” (es decir, instintiva). Su finalidad es hacer que podamos convivir mejor (en sociedad) y realicemos así nuestros gustos, entre los cuales uno muy importante es la Simpatía por los demás.

Podemos definir la ética de Hume como sentimentalista, y su teoría de la justicia como Utilitarista.

¿Crees que es una definición correcta de la ética, de lo que hacemos cuando decimos que algo es Bueno o Malo? ¿Nuestras valoraciones se basan, en último extremo, en SENTIMIENTOS, y la razón es una simple auxiliar de nuestros deseos?

sábado, 6 de marzo de 2010

Lecciones de Humeildad (Hume I)

Esta claro (por lo menos para David Hume) que todo lo que sabemos empieza por experiencias simples y concretas, del tipo “aquí hay una mancha roja”.


Las ideas compuestas (como, por ejemplo, esta pantalla de mi ordenador) está hecha con ideas simples (las diferentes manchas de color, textura, etc).

Y las ideas abstractas, como ‘pantalla’, ‘ordenador’ o ‘yo’ se forman por amontonamiento de ideas concretas o particulares. Por ejemplo, mi idea de Ordenador, es la acumulación de todas mis experiencias en las que he visto algún ordenador, mi idea de ‘Humano’ se ha formado como una media de todas mis experiencias de ver un ser humano, etc. Las experiencias concretas se almacenan en la memoria y van dando lugar a ideas generales.

(Las ideas innatas de los platones y descartes son puras ficciones, desde luego.)

Entonces ¿qué podemos saber, teniendo en cuenta que todo empieza con algo aparentemente tan endeble como la experiencia concreta?

-Parece que puedo estar totalmente seguro de cosas como “ahora está lloviendo” (si lo estoy viendo), o “estoy delante de mi ordenador” (si percibo que lo estoy).

(La duda cartesiana, de si existen los cuerpos, no tiene sentido, porque no tiene respuesta empírica. Podemos ignorarla olímpicamente, cree Hume).

-Pero, claro, las personas no nos limitamos a hablar de lo que estamos viendo ahora, ni siquiera de lo que vimos ayer o hace tres años, sino incluso de lo que va a pasar en el futuro. Algunas personas (llamadas científicos) hablan con gran seguridad y gran porcentaje de aciertos sobre el futuro. ¿Cómo lo hacen?

Básicamente hacen como nosotros: ven que ciertas cosas ocurren después de ciertas otras, y luego imaginan una norma de cómo se repiten las cosas. Si las futuras experiencias les dan la razón, decimos que su “hipótesis” era buena. Aunque, claro, ninguna hipótesis puede ser válida al cien por cien, salvo que hayamos visto ya todos los casos a los que se aplica. Todas las leyes interesantes (por ejemplo, que los cuerpos se atraen entre sí) siguen abiertas al futuro.

¿Cómo sabemos que se cumplirán?

Algunos piensan que, aunque no estemos del todo seguros, cuantas más veces hayamos visto que se cumple una ley, más probabilidades tenemos de que vuelva a pasar. Pero, Hume se dio cuenta (y muchos antes que él), esto no tiene una base lógica. ¿Cómo es que porque una cosa haya ocurrido muchas veces de la misma forma, debe ocurrir igual mañana?

¿Cómo podemos saber que las leyes de Newton, por ejemplo, seguirán cumpliéndose dentro de un segundo, o mañana, y no nos desintegraremos todos? No hay nada en lo que ocurre ahora que implique que tiene que ocurrir así.

Según Hume, lo único que nos lleva a pensar de esa forma es el hábito (siempre ha ocurrido), y nuestra creencia (injustificada) en que la naturaleza tiene que cumplir siempre unas mismas normas. Si nos ponemos tiquis-miquis, no hay fundamento lógico para la ciencia (este es el llamado “problema de la inducción”).

-Por si fuera poco, ciertas personas (todos, en realidad) afirman que ciertas cosas son, han sido y van a ser siempre así. Por ejemplo: "2 + 3 = 5", o "el triángulo tiene tres ángulo"… ¿De dónde viene esa certeza absoluta, si todo lo hemos sacado de la experiencia particular, en un aquí y ahora?

Hume cree que estas verdades “eternas” lo son sólo porque no tratan de nada real, sino que son simples “relaciones entre ideas” (son formales, no materiales). ‘Dos’ y ‘Par’ se relacionan necesariamente de forma que la primera no puede ir sin la segunda. Pero eso es porque no son cosas naturales, es más, no son siquiera cosas, sino simples relaciones de ideas.

-¿Y eso de ‘pienso luego existo’, o ‘Dios existe porque es perfecto’? (o sea, la metafísica) Estas frases, según Hume, más que verdaderas o falsas son sin sentido. ¿Por qué? Porque, aunque prentende hablar de la realidad, no hay ninguna experiencia a la que podamos llamar ‘Yo’ o ‘Dios’.

¿Qué es eso de Yo, por ejemplo? Yo no soy más que una colección de experiencias, una detrás de otra, y nada más aparte de eso. Hume asegura que él no tiene ni idea de sí mismo, aparte de la colección de recuerdos que tiene.
Y esto vale para todas las sustancias, porque lo único que experimentamos son cualidades (de esas supuestas sustancias), no las sustancias mismas: estas, por tanto, no existen (no tenemos derecho a decir que existen).

Como se ve, si nos atenemos al principio empirista radical, se puede saber muy poca cosa: apenas lo que estoy viendo, lo que tengo la costumbre de esperar, y verdades vacías como las de la lógica y las matemáticas… O ¿ni siquiera?

La verdad es que ni siquiera eso, porque ¿qué significa que yo “sé” algo? Sólo significa que tengo un sentimiento muy fuerte (llamado “creencia”) de que es así. Pero las creencias no son lo mismo que el saber, y no hay manera de salir de las creencias.

Así que, si somos honestos, nos daremos cuenta de que no podemos estar ciertos de nada. A esto se le llama escepticismo. Hume, de todas formas, admite que nadie puede ser sinceramente escéptico (tendría que callarse, para ser coherente), pero sí tenemos que creer que no sabemos nada cierto.
Pero las peores de las creencias son las de los filósofos y los teólogos, porque estas, a diferencia de las ciencias materiales, ni siquiera se apoyan en experiencias concretas.

Hume llega a recomendar que se tire al fuego todo libro que no trate de ciencias naturales o de matemáticas y lógica.

¿Qué crees? ¿Deberíamos, de una vez por todas, deshacernos de todo lo que no sea ciencia natural, matemática y lógica?
¿Qué libros habría que tirar al fuego?
¿Habría que tirar al fuego el libro de Hume, o no?