-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

lunes, 28 de abril de 2014

Diálogo entre Nietzsche y Kant: ¿voluntad de deber o voluntad de poder?

Nietzsche vuelve de un paseo por el campo y se encuentra con el pequeñajo Kant, que le asalta:

Kant.- He leído que has escrito de mí que soy el instinto que se equivoca en todas y cada una de las cosas, que soy la antinaturaleza hecha instinto, la decadencia alemana hecha filosofía, un siervo de teólogos, un iluso y que se yo. ¡Eso es Kant!, dices.

N.- Eso es.

K.- Y ¿qué quieres decir? ¿Cuáles crees que son esas equivocaciones mías, y cuál es ese instinto antinatural?

N.- Se puede contestar todo en uno: tú, aunque dices haber acabado con la metafísica como una ciencia, en realidad lo que has hecho es salvar todo lo que le importaba a los metafísicos, o sea, la creencia en que hay ideas y principios universales, a priori como los llamas, tanto en el conocimiento como, sobre todo, en la moral: ¡sobre todo en la moral! Pero el único a priori que existe aquí es vuestro prejuicio o instinto enfermo que es la moral cristiana, a la que salváis a toda costa: esa moral del resentimiento y la debilidad, que dice que todos somos iguales. La moral de rebaño, la llamo yo. Tú no eres más que el último y más refinado hijo de la metafísica, o sea, del odio a la vida.

K.- ¡Qué exaltado y vehemente eres! ¡Verdaderamente, por tus gestos cualquiera diría que luchas por una buena causa!

N.- Hablo en nombre de la Vida.

K.- ¿Hablas? ¿De la Vida? Así que crees que se puede y se debe hablar, y concretamente en defensa de la Vida… ¡Esos son tus prejuicios! ¿no?

N.- Eso es, esos son mis prejuicios.

K.- Pero ¿te interesa discutir si tienes derecho a ellos?

N.- Sólo me interesa si es una lucha a vida o muerte, con mi enemigo, que es al que más quiero. Por ejemplo, tú.

K.- Gracias por tus halagos. Vamos a la cuestión. Según tú estoy totalmente equivocado al pensar que existe una parte a priori en nuestro conocimiento. No sólo rechazas las ideas platónicas o cartesianas, sino también mis conceptos formales a priori.

N.- Eso es. Lo único que tienes es una fuerte convicción en que esos conceptos son universales. Pero una convicción (o fe, mejor dicho) no es una demostración. No puedes demostrar que dentro de un minuto dos más dos serán cuatro, o todo efecto tendrá una causa.

K.- ¿Entonces, según crees, ningún conocimiento tiene más valor que el que le estoy dando ahora mismo, por mi fe?

N.- Así es: la verdad absoluta es la absoluta mentira.

K.- Pero ¿qué es exactamente lo que me reprochas: que crea que existe la Verdad, o que no comparta la verdad en la que crees tú?

N.- Las dos cosas.

K.- ¿Las dos? ¿Piensas que puedes hacer afirmaciones, si dices a la vez que toda afirmación vale lo mismo: lo que uno decida creer?

N.- Yo no hago afirmaciones, yo juego con el lenguaje. No tengo inconveniente en contradecirme, esa preocupación la dejo para ti.

K.- Sí, ya veo que juegas: tus textos están llenos de insultos y otras figuras retóricas.

N.- Son mi forma de ser tragicómico, ditirámbico.

K.- Y (no te ofendas) pero ¿a quién crees que haces gracia, como no sea a personas moralmente inmaduras, que ríen con chistes groseros y pueden confundir un improperio con un argumento?

N.- ¿Ves qué mal humor tienes? ¡Eres muy serio! Así no se puede vivir.

K.- ¿Tú crees? Puede ser. Pero vayamos al grano. Si lo que dices es contradictorio (y ni siquiera te importa) ¿por qué hay que compartir lo que dices, y no más bien lo contrario? Pero veamos lo de tus gustos, porque parece que para ti, como para mí (será lo único en que estamos de acuerdo) el asunto de qué tiene valor es mucho más importante que el del conocimiento…

N.- Sí, pero tu Voluntad Universal, tu ley para todos igual, se parece a mi voluntad de poder como una momia a un vivo.

K.- ¿Qué le objetas a mi teoría moral?

N.- Ya lo he dicho, aunque nuestros oídos son duros. Tu moral, o sea, la moral cristiana y socrática, es una maldición contra la vida. ¡Lo vivo no es universal, estático, imperativo! Lo vivo es instante, presente, cambio perpetuo, lucha, egoísmo…

K.- Veo que aprecias mucho a la Vida.

N.- Como buen enfermo… saludable.

K.- Y ¿qué es, entonces, lo que me reprochas, o nos reprochas a los moralistas: que concedemos valor a las cosas, o que no valoramos lo que tú?

N.- Las dos cosas, exactamente a la vez.

K.- Lo suponía. O sea, que crees a la vez que las cosas carecen de valor, que no hay una ley moral universal, que todo eso es un invento, y no sé cuántas cosas más, pero que, a la vez, la vida es lo más valioso que hay, la medida de todo lo demás, por así decirlo, y que todos deberíamos valorarlo así… ¡Qué suerte tienes, de poder jugar a contradecirte y quedarte tan ancho!

N.- ¿Ves? La vida es juego, caos. No seriedad ni orden.

K.- Y, claro, supongo que, como no hay nada permanente, ni yo ni tú somos algo, ni mucho menos la Humanidad.

N.- Lo ves.

K.- Ni existe, por supuesto, futuro de la Humanidad o de ti y de mí.

N.- Eso es (y no es, a la vez).

K.- Entonces, cuando nos recomiendas que demos el paso a ser ultrahombres, y cuando hablas del hombre del futuro, es un caso más de esos juegos tuyos.

N.- Así es.

K.- Creo que tienes razón, que estás en lo cierto. Es verdad que no hay verdad, lo valioso es descubrir que nada tiene valor, el futuro de la Humanidad consistirá en reconocer que no existe el futuro ni la humanidad, que todo presente es bueno.

N.- ¡Sabía que recurrirías a esa argucia! En último extremo, el teólogo deja el diálogo, porque le basta con su fe en sí mismo, aunque sepa en su interior que está equivocado.

K.- ¿Equivocado, yo? ¡No, yo no creo eso! Creo que los dos, tú y yo, estamos en lo cierto… Date cuenta de que, si sólo estuviese equivocado yo, entonces existiría una única verdad absoluta, la tuya, y eso echaría a perder tu propia teoría. Así que, aunque es verdad todo lo que dices, es también verdad que no dices más que sandeces, que tus instintos valorativos son perniciosos para cualquiera, empezando por ti, y sobre todo inmorales e indignos de una persona, y que el futuro que tú prometes es volver al pasado de la inconsciencia, cuando éramos amebas, por ejemplo.

N.- ¿Realmente me estás malinterpretando tanto, o te estás haciéndote el loco?

K.- Dímelo tú. Si es que puedes, porque dices que todo es interpretación, así que (deduzco, en mi pobre manía de usar la lógica) que según tú no hay ninguna interpretación que sea la correcta...

N.- Yo salvo la vida, tú la destruyes.

K.- Sí, no me repitas tus amores por la vida. Yo, en cambio, creo que una vida indigna, irracional, no merece la pena, es decir, no tiene ningún valor. Y no hace falta que me lances otra vez tu consigna de que la vida es lo más importante. Dame, si puedes, algún argumento para ese prejuicio tuyo, o si no crees en argumentos, cállate… o habla, como quieras. Pero ¿quién es aquí el loco? Tú, hasta según tú mismo.

N.- Los dos somos locos. Pero mi locura se llama vida, Dionisos. La tuya se llama odio, venganza, resentimiento… Cristianismo.

domingo, 6 de abril de 2014

Quiere siempre el ahora (Nietzsche y la Voluntad de Eterno Retorno)

La “esencia” de todo es VOLUNTAD DE PODER. Esta es la “metafísica” de Nietzsche. ¿Qué es Voluntad? ¿Qué es Poder?


¿Qué es Voluntad?

Voluntad es actividad, “capacidad” puramente activa de un “ser”. De hecho, ser no es más que ser voluntad. Lo contrario a la Voluntad es lo Pasivo, lo que no actúa, no ejerce su influencia, lo muerto. No hay más ser que el Vivo, y no hay más vida que la que quiere, la que tiene voluntad. Cuanta más voluntad tiene algo, más vivo está y real es.
Voluntad es Fuerza. Todo lo que vemos no es más que manifestaciones de distintas fuerzas, que chocan y luchan por la realidad, por crear la realidad.

¿Qué es Poder?
 
“Yo puedo, tú puedes, él puede…”, el verbo ‘poder’. Es muy difícil, o imposible, definir este verbo sin recurrir a él mismo. Poder es Capacidad de Hacer lo que se quiere. Tiene poder el que Actúa por su propia "naturaleza" o voluntad, sin ser obligado o forzado por otro. Es impotente el que no hace lo que quiere, el que no actúa sino que padece, o, como mucho, reacciona.

Así que Poder es lo mismo que Actividad, es decir, lo mismo que Voluntad fuerte y Vida.
Por tanto, Voluntad de Poder es Voluntad de Voluntad, Querer querer.

Y la mayor voluntad de poder, dice Nietzsche, es imprimir en el devenir el carácter del ser. Es decir, dar a “este” mundo, a lo pasajero y mortal, el valor máximo de la realidad. Afirmar este mundo, que es el único, y quererlo como es. O, en términos más corrientes, quere que ocurra justo lo que ocurre, amar las cosas tal como son, sin buscarles un sentido en "otro mundo".

Pero, claro, si la esencia de todo es Voluntad de Poder, entonces lo “único” que no está sujeto a devenir es la propia Voluntad de poder. Nietzsche, en unas de sus últimas notas, escribió, en un tono muy “metafísico”:
“No se puede encontrar […] aquello que es la causa de que haya evolución en general; no se debe querer entenderlo como “deviniendo”, ni menos aún como devenido…La voluntad de poder no puede haber devenido.” Fragmentos póstumos 11(29)


Eterno retorno y Ahora

Pero la Voluntad de Poder sólo es real si es ahora. Quien vive deseando un futuro que ahora no tiene ni puede tener, no es activo, no es poderoso, sino pasivo, impotente.

¿Qué es el Ahora? ¿Qué es el Tiempo?

Según la concepción metafísica y cristiana, el tiempo es una línea orientada hacia el futuro. Hay un tiempo único, una Historia, y un final de la Historia, que tiene que ser el momento donde se realicen nuestros deseos.

Para un platónico, esto es el abandono del cuerpo y el retorno al mundo ideal, del que el alma nunca debió salir. Para un cristiano, el paraíso. Para un marxista, la sociedad igualitaria y comunista…

En todos esos casos el tiempo presente, el instante de ahora, tiene un valor casi nulo, infinitesimal, porque sólo sirve como medio para el fin perfecto al que se dirige.

Ahora estás estudiando para tener un mejor futuro “laboral”; cuando tengas ese “futuro” laboral, trabajarás para tener un mejor choche, una casa, una pensión… Y ¿para qué vives, al fin y al cabo? Para ganarte el cielo, la otra vida.
Nunca vives ahora, siempre vives en el futuro (o, peor aún, en el pasado, como les pasa a los que ya no creen que tengan ni futuro, o a los que buscan que “se haga justicia” por los “crímenes cometidos”.

Pero ¿y si el tiempo no fuese una línea, orientada a un final, sino un círculo, que vuelve infinitamente sobre sí mismo? Esta gran visión se le manifestó, como una inspiración arrebatadora, a Nietzsche: el eterno retorno, su pensamiento más abismal, según sus propias palabras. ¿Qué significa?

Principalmente, es una máxima para darle “valor” y sentido a la vida. Parodiando el imperativo categórico de Kant, se podría formular diciendo: actúa de modo que pienses que lo que haces se repetirá infinitamente.

Después intentó argumentarla “físicamente”: Si el tiempo tuviera un final, debería haber llegado ya. ¿Por qué no iba a haber llegado ya? ¿Por qué no estamos ya en el estado “perfecto”?
“Si el mundo tuviese como meta llegar a un estado, éste ya se tendría que haber alcanzado. Ahora bien, el único Factum [hecho] fundamental es que el movimiento del mundo no tiene ningún estado que sea su meta”. Fragmentos póstumos, 11(72)

¿Por qué? Porque el tiempo es infinito, no ha tenido comienzo.
“El mundo subsiste; no es nada que devenga, nada que transcurra; o mejor, deviene, transcurre, pero nunca ha empezado a devenir y nunca ha acabado de transcurrir – se conserva en ambos…
La hipótesis de un mundo creado no debe preocuparnos ni un instante. El concepto de “crear” es hoy totalmente indefendible, inaplicable”. Fragmentos póstumos, 14(188)

Entonces los estados del mundo, que deben ser finitos, se deben haber repetido e ir a repetir infinitas veces. En cada repetición es como si ocurriera por primera vez, porque no hay memoria de las anteriores, pero lo importante es que el tiempo no tiene una historia, es decir, no va hacia ningún lado, hacia ningún juicio final.

El principal sentido de este descubrimiento del eterno retorno es, desde luego, su valor pragmático, su valor para la vida: ¿Cómo sería nuestra actitud vital si llegásemos a “comprender” que este instante que estamos viviendo se repetirá y se ha repetido una y otra vez, infinitamente?
El instante presente pasaría a tener un valor infinito, mayor que ningún otro, porque es el ahora real. Tendría que tener su sentido en sí mismo.


Super-hombre

Un hombre que comprende que el instante de ahora es infinito, y que el mundo no tiene su sentido en otro sitio sino en sí mismo, ni nada le puede dar valor a este instante más que el que lo está viviendo, ese hombre, que está por venir, es el Super-hombre o supra-hombre. Debemos, (y, además, no tenemos más remedio qué) cultivar ese hombre. Al hombre antiguo (es decir, al hombre moderno) ya no le queda vida, la llegada del nihilismo es inevitable e inminente.


La Voluntad circular

Resumiendo todo lo anterior:
“Imprimir al devenir el carácter del ser – esta es la suprema voluntad de poder.Que todo retorne es la más extrema aproximación de un mundo del devenir al mundo del ser: cumbre de la consideración”. Fragmentos Póstumos 7 (54)

Los animales de Zaratustra: el águila y la serpiente. Y la serpiente se enroscaba en la pata del águila.

¿Cómo sería la vida si llegásemos a creer a NIetzsche?

martes, 1 de abril de 2014

La lógica ilógica de la moral amoral (Nietzsche IV)

Detrás de toda visión del mundo, de toda teoría filosófica, religiosa y científica, hay un interés, una voluntad de poder, fuerte o débil. Detrás de la cosmovisión tradicional, a la que Nietzsche ataca radicalmente, hay un interés negativo, una voluntad enferma.
Muchas veces Nietzsche lo expresa diciendo que la perspectiva tradicional se funda en la creencia de que las cosas tienen valor y sentido, que existen la libertad y la finalidad.
Sin embargo, luego le vemos a él mismo defendiendo otros valores y otro sentido de las cosas (la voluntad de poder, la vida, la diferencia y jerarquía), proponiéndonos otros fines (amar la vida, ser superhombres).

¿Tiene Nietzsche una propuesta moral, un sistema de valores, alternativo al tradicional? ¿Puede Nietzsche tenerlo, dado que él mismo ha rechazado que se pueda hablar del valor de las cosas, de finalidades que perseguir?


Moral o “moral”. Lo Bueno y lo Vital

Esta es una forma (entre otras) de la “contradicción” que muchos encuentran en el pensamiento de Nietzsche. Quizás sea una verdadera contradicción (incluso a algunos creen que Nietzsche la asume y la quiere; otros creen que una contradicción tan gorda puede volver a uno loco), pero intentemos entenderla como no-contradicción. Para ello tendremos que recurrir a un truco que los teólogos medievales usaban a las mil maravillas: hacer distinciones en el sentido de la (misma) palabra. En este caso, quizás palabras como ‘valor’, ‘moral’, ‘finalidad’ pueden significar cosas diferentes:

En un sentido restringido de los términos ‘moral’, ‘valor’, ‘finalidad’, Nietzsche predica la no-moral, el no-valor, la no-finalidad de toda la realidad. Es amoral. Y la visión tradicional sería la única visión moral y teleológica (finalista) del mundo.
Pero en un sentido amplio, entendiendo moral como toda búsqueda de un sentido de la existencia, Nietzsche sí tiene una moral, precisamente la inversa, según él, a la moral tradicional. A veces Nietzsche, para distinguir, llama a su moral, “moral sin moralina”, la moralina sería la moral pobre, la de la tradición metafísico-cristiana. Podríamos decir que su moral es la moral amoral. Y que el “mal” o “error” de la moral tradicional es ser la moral moral.

“Mi tesis capital: no hay fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de esos fenómenos. Esta interpretación misma tiene un origen extramoral”. (Fragmento póstumo.)

¿Cómo puede explicarse esa diferencia en el sentido de las palabras ‘moral’, ‘valor’, ‘finalidad’?

Detrás de toda idea y de todo acto, hay, dice Nietzsche, una Voluntad, que es Voluntad de Poder. La diferencia es si esa voluntad es fuerte o débil, afirmativa o negativa.
Como para Kant (y para muchos otros) para Nietzsche la Acción, la praxis, es superior al conocimiento, el Querer es más fundamental que el Saber. Pero ¿cómo queremos actuar? ¿Cómo “debemos” querer actuar? Esto nos lo dice, tradicionalmente, la moral (la moral moral). Nietzsche cree que esta moral se basa en graves errores, todos ellos conectados. Debe ser sustituida por la moral amoral.
Veamos los “errores” de la moral moral, antes de ver la moral amoral de Nietzsche:


Las leyes del rebaño

Según la visión moral tradicional y “normal” (judeo-cristiana y platónica, y también moderna):

-Toda acción es libre y elegida voluntariamente por el sujeto. Si no fuese así, decimos, no se le podría culpar ni alabar. Si no se fuese libre, habría que aceptarlo todo.

Pero, objeta Nietzsche, en verdad no existe la libertad, todo sucede como sucede, y nada más. La libertad es un concepto metafísico (como ya sabía Kant), no natural. Así que nadie tiene culpa (ni mérito) de lo que pasa, ni de lo que “hace”.
Ni siquiera hay un Dios que tenga la culpa de lo que existe:

“Nadie tiene la culpa de su existencia - Falta un ser a quien se pudiera hacer responsable de que alguien en absoluto exista, de que alguien sea tal y como es […] Es un gran consuelo que falte semejante ser.” Fragmentos póstumos 15(30)

Así que están injustificadas las ideas de Culpa, Mérito, y, en general, toda la justicia. Tanto lo perjudicial como lo benéfico, son inocentes. La naturaleza es inocente, porque en ella todo sucede sin intención, ni buena ni mala.

Pero eso no quiere decir que haya que aceptar todo lo que ha sucedido: hay que rechazar lo perjudicial, pero sin atribuirle intención:

“La absoluta necesidad de todo acontecer no tiene nada de coacción: quien ha visto y sentido esto con profundidad ha llegado a las alturas del conocimiento. De su creencia no resulta ni un perdón ni una disculpa: tacho una frase que me ha salido mal aunque vea la necesidad por la que me ha salido mal, porque me molestaba el ruido de un carro” (nota póstuma, de 1886)

-La moral tradicional cree, también, que existe un orden moral natural, una ley natural de lo bueno y lo malo, y nosotros tenemos que reconocerlo (sea con nuestra razón o nuestros sentimientos) y seguirlo.

Según Nietzsche, en cambio, no existe lo Bueno y lo Malo, no hay un orden moral del mundo.
Pero sí existen lo Benéfico y lo Dañino, lo Nocivo y lo Saludable (para la Vida).

-Las acciones, según la moral tradicional, tienen una finalidad, se hacen para algo. Según los hedonistas, lo que buscamos es el placer. Según los platónicos, buscamos el saber.

No, según Nietzsche la Voluntad no quiere otra cosa que ella misma, es Voluntad de Voluntad.
El placer no es más que un síntoma de que nuestra voluntad crece, y el dolor es el síntoma de que nuestro poder decrece. “No queremos ser felices. Eso sólo lo quieren los ingleses”
El conocimiento no es un fin en sí, como creen los socráticos, es sólo un medio, y un medio propio de débiles.

-Pero, sobre todo, en la moral tradicional, el sentido de la existencia, el valor de la vida, está “más allá” de este mundo de cambio y muerte.
De aquí se deducen los valores anti-vitales de
La igualdad,
El Altruismo, la compasión, la caridad.
La paz
La negación del cuerpo (del sexo, de la comida…)


Todos los valores de los débiles e inadaptados, del “rebaño”, que persiguen y condenan todo intento de ser especial, de ser individual y creativo, e intentan medir a todos con el mismo rasero, es decir, con el rasero de los “peores”, de los fracasados.

Pero no, el mundo no tiene el sentido “fuera” de sí. Todo eso es fruto de la debilidad y el resentimiento.

Hasta aquí la moral tradicional, la moral “del rebaño” o “de los esclavos”, cargadita de errores.


La (a)moral de los "señores"


La “moral” de “señores”, que es la propuesta de Nietzsche, es la contra-moral, la no-moral, la amoral. La que no acepta que exista lo bueno y lo malo, la libertad, la culpa, el pecado, las finalidades, el sentido extra o supra-natural.
Hay una forma muy sencilla de encontrar qué valorará esta moral amoral: dale la vuelta a todo lo que se valoraba tradicionalmente. La inversión de los valores cristianos.

“¿Qué es bueno? – todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.
¿Qué es malo? – Todo lo que procede de la debilidad.
¿Qué es la felicidad? – El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada.
No apaciguamiento, sino más poder; no paz ante todo, sino guerra; no virtud, sino vigor (virtud al estilo del renacimiento, virtù, virtud sin moralina).
Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer.
¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? – la compasión activa con todos los malogrados y débiles – el cristianismo…” (Anticristo, 2)

La moral tradicional, o sencillamente “la Moral”, consiste precisamente en creer en la moral. Igual que la verdad es que no hay verdad absoluta, la moral es que no hay moral.
Si el gran error del conocimiento es creer que existe lo verdadero y lo falso, el gran “error” en la moral es creer que existe lo bueno y lo malo

“¿Qué valor tienen nuestras estimaciones de valor y nuestras tablas de bienes misma? ¿Qué resulta de su dominio? ¿Para quién? ¿Respecto de qué? – Respuesta: para la vida. ¿Pero qué es la vida? Aquí es necesario, por lo tanto, una versión más precisa del concepto “vida”: mi fórmula para ello reza: la vida es voluntad de poder”. Fragmentos póstumos, 2 (190)


La lógica ilógica (de la moral amoral)

Ahora bien,

-Si no existe la libertad, ¿con qué intención nos propone Nietzsche que cambiemos nuestro sistema de valores? No podemos hacerlo, según él: no somos libres. Parece absurdo hacer una propuesta moral si no existe la libertad. ¿Quién le daría consejos u órdenes a una máquina (suponiendo que esa máquina no sea libre, y sus “actos” ocurran necesariamente como ocurren)? ¿Tiene sentido hablar de Voluntad si la libertad es un mito?

Dice Nietzsche:

“El determinismo sólo es nocivo para aquella moral que cree en el liberum arbitrium como presupuesto de la moralidad, en la “responsablidad”. F.P, 7(60)


Claro que no puede haber responsabilidad sin libertad, pero ¿puede haber siquiera “Voluntad”? ¿Qué significa voluntad, si las cosas no tienen más que un camino? Y ¿puede hacerse recomendaciones morales a quien no tendrá más remedio que hacer lo que hace?
De todas formas, a veces el propio Nietzsche califica al determinismo de una interpretación nuestra de los hechos. La coacción no es demostrable en las cosas. Pero tampoco es demostrable la libertad…

-Si no existen fines, sino que fin es un concepto metafísico inventado por el hombre metafísico, ¿cómo puede Nietzsche proponernos como meta el ultrahombre, la nueva moral amoral? ¿Puede hablar de metas y finalidades quien cree que no existe fin alguno?

Refiriéndose a lo que persigue su filosofía dice:

“la “autosuperación del hombre”, para emplear una fórmula moral en un sentido supramoral” F.P. 2(13)

O sea, es consciente de que usa un lenguaje moral, “autosuperación”, pero pretende darle un sentido supramoral. Ahora bien, la propia palabra “supramoral” ¿no es a su vez, una palabra moral? ¿Se puede hablar de “superación”, de mejor y peor, en un sentido no moral?